El conejito perdido
Había una vez una niña llamada Zule que vivía en un pequeño pueblo rodeado de hermosos campos verdes. Su casa estaba al lado de un gran bosque lleno de árboles altos y frondosos.
Zule amaba pasar su tiempo libre explorando la naturaleza y disfrutando de la compañía de los animales que habitaban allí. Un día, mientras caminaba por el bosque, Zule encontró a un conejito blanco perdido.
El conejito parecía asustado y solitario, así que Zule decidió llevarlo a casa para cuidarlo. Al llegar a su casa, se encontró con su mamá y su hermana menor jugando en el jardín. "Mamá, mira lo que encontré", exclamó emocionada Zule mostrándole el conejito.
Su mamá sonrió y le dijo: "Es adorable, hija. ¿Te gustaría quedarte con él?"Zule asintió emocionada y decidió llamar al conejito —"Salti" .
Desde ese día en adelante, Salti se convirtió en el mejor amigo de Zule y siempre estaban juntos explorando el campo. Un día soleado, mientras jugaban cerca del río cercano al pueblo, escucharon risas provenientes del otro lado del agua. Se acercaron cautelosamente y descubrieron a un grupo de niños divirtiéndose en el agua cristalina.
"¡Hola! ¿Puedo jugar con ustedes?", preguntó tímida pero entusiasmada Zule. Los niños se volvieron hacia ella con una sonrisa cálida. "¡Por supuesto!", respondieron al unísono. Zule se hizo amiga de los niños y juntos pasaron días llenos de risas y aventuras.
Descubrieron nuevos lugares en el campo, construyeron casitas en los árboles y exploraron cuevas secretas. Cada día era una nueva oportunidad para aprender algo nuevo y disfrutar de la compañía de sus amigos.
Un día, mientras Zule caminaba por el bosque con Salti a su lado, escuchó un ruido extraño proveniente del interior del bosque. Siguió el sonido hasta que llegó a un claro donde encontró a un pequeño pajarito atrapado entre las ramas de un árbol.
"¡Oh no! ¿Cómo puedo ayudarte?", preguntó preocupada Zule. Salti saltó hacia el árbol y comenzó a trepar hábilmente hasta alcanzar al pajarito.
Con cuidado, lo liberaron y lo llevaron al nido cerca del río, donde se reunieron con sus amigos para celebrar el rescate exitoso. El pueblo estaba lleno de alegría cuando supieron sobre la valentía y generosidad de Zule. Los adultos estaban orgullosos de ella y los niños la admiraban aún más.
Zule se dio cuenta de que ayudar a otros seres vivos traía felicidad no solo a ellos, sino también a ella misma.
Con el tiempo, Zule creció rodeada del amor incondicional de su familia, la amistad sincera de sus amigos y la belleza eterna del campo. Se convirtió en una mujer fuerte e inspiradora que siempre recordaba los valores que aprendió durante su infancia: respeto por la naturaleza, ayuda a los demás y la importancia de la amistad.
Y así, Zule vivió una vida llena de aventuras y felicidad, siempre recordando que el amor por los árboles, los animales, los niños y su familia era lo más importante en su corazón. Fin.
FIN.