El Conejito Rápido



Había una vez, en un frondoso bosque lleno de árboles altos y coloridas flores, un conejito llamado Rápido. Rápido era famoso entre los animales; nadie podía correr como él. Cuando salía a jugar, todos los demás animales se detenían a mirarlo con admiración.

Un día soleado, mientras Rápido disfrutaba de su carrera habitual, sus amigos, la tortuga Lenta y el pájaro Peque, lo observaron desde una distancia.

"¡Mirá cómo corre! Es impresionante", dijo Lenta, despacito, con una sonrisa.

"Sí, parece que vuela!", respondió Peque, mientras aleteaba emocionado.

Rápido se dio cuenta de que tenía un público y comenzó a hacer trucos mientras corría, saltando sobre troncos y zigzagueando entre los arbustos. Sin embargo, estaba tan concentrado en mostrar sus habilidades que no vio la roca gigante que apareció de repente frente a él.

"¡Cuidado, Rápido!", gritó Lenta, intentando advertirlo, pero ya era demasiado tarde. Rápido chocó con la roca y, aunque no se lastimó, se dio un gran golpe y cayó al suelo.

Los otros animales corrieron a su lado.

"¿Estás bien, Rápido?", preguntó Peque, ansioso.

"Sí, estoy bien", respondió el conejito, mientras intentaba levantarse.

A pesar de que no se había hecho daño, Rápido se sentía un poco avergonzado y decepcionado.

"Siempre quiero ser el mejor en todo, pero parece que he hecho el ridículo ahora", murmuró, bajando la cabeza.

Lenta lo miró con compasión.

"Rápido, no se trata solo de ser el mejor. Todos hemos caído alguna vez. Lo importante es levantarse y aprender de los errores", dijo con su tono calmado.

"Claro" , asintió Peque. "Te vimos correr y eso es lo que cuenta. Nos inspiras a ser mejores."

Rápido se sintió un poco mejor.

"¿Entonces no piensan que soy tonto?", preguntó, todavía inseguro.

"No, para nada! Ser rápido no es todo. También hay que ser inteligente y aprender de los errores", dijo Lenta, animando al conejito a levantarse.

Rápido respiró hondo y se levantó, sacudiéndose el polvo. Decidió que iba a seguir practicando, pero no solo para ser el más rápido, sino también para ser un buen amigo y un buen corredor. Y así, días después, volvió a hacer lo que más le gustaba: correr, pero esta vez se concentró en disfrutar del momento y no solo en ser el más veloz.

Unos días más tarde, Rápido decidió organizar una carrera en el bosque, invitando a todos sus amigos. Lenta era un poco escéptica, pero al final también se animó a participar.

"¡Vamos, Lenta! Solo se trata de divertirse!", le dijo Rápido.

El día de la carrera llegó, y todos estaban emocionados. Rápido dio la señal de salida, y al instante, los animales comenzaron a correr. Rápido estaba a la cabeza, pero no se olvidó de mirar atrás y asegurarse de que todos disfrutaran.

"¡Vamos, chicos! “, gritaba Rápido mientras mantenía su ritmo.

Lenta, con su paso lento pero firme, lo seguía, poco a poco avanzando, mientras Peque volaba bajo entre los árboles, alentando a los demás. Rápido decidió ralentizar un poco su velocidad. Quería disfrutar del momento y apreciar a sus amigos.

Y así fue como la carrera se convirtió en una fiesta. Los animales corrían y reían, y cuando llegaron a la meta, todos estaban felices, sin importar quién había llegado primero. Rápido se sintió orgulloso de sí mismo.

"¡Esto fue increíble!", gritó.

"Sí, ¡fue muy divertido!", respondió Peque.

"Lo bueno es que todos pudimos disfrutar juntos. No importa si somos rápidos o lentos, lo importante es correr como equipo", dijo Lenta sonriendo.

Así, Rápido aprendió que la diversión está en el camino y en compartir momentos, no solo en ser el más rápido. Desde entonces, el conejito siguió corriendo, pero siempre acompañado de sus amigos, disfrutando cada instante en su hermoso bosque.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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