El Conejito y el Bosque Mágico
Había una vez un niño llamado Tomás, que vivía en un pequeño pueblo al borde de un bosque espeso y misterioso. Cada vez que tenía la oportunidad, escapaba a jugar entre los árboles y explorar su belleza. Un día, mientras Tomás corría entre las flores y pequeñas criaturas, se detuvo en un claro y vio a un conejo de suaves orejas largas y un pelaje blanquecino que brillaba bajo el sol.
"¡Hola, conejito!" - exclamó Tomás con voz emocionada. "¿Te gustaría jugar conmigo?"
El conejito, curioso, lo miró de cerca y dijo:
"Hola, Tomás. Soy Coco. Y sí, ¡me encantaría jugar!" - respondió con un pequeño saltito.
Juntos comenzaron a jugar a la escondida entre los árboles. Coco no dejaba de reirse cada vez que Tomás trataba de encontrarlo, ya que el conejo era muy ágil y sabía todos los rincones del bosque. De repente, un fuerte viento sopló y arrastró unas hojas secas por el aire, creando un pequeño torbellino.
"¡Mira, Tomás!" - dijo Coco señalando una cueva que nunca antes habían visto. "¡Vamos a investigar!"
Tomás sintió una mezcla de emoción y temor. La cueva lucía oscura y misteriosa, pero también había algo intrigante en su interior.
"No sé, Coco... ¿y si nos perdemos?" - contestó Tomás dudando.
"¡No te preocupes!" - dijo Coco con confianza. "Estoy aquí contigo. Además, siempre podemos volver atrás si no nos gusta lo que encontramos."
Tomás, animado por la valentía de su nuevo amigo, decidió entrar. La cueva estaba llena de estalactitas brillantes y murciélagos que se columpiaban del techo. Mientras exploraban, de repente escucharon un fuerte ruido y algo cayó cerca de ellos.
"¿Qué fue eso?" - preguntó Tomás, asustado.
"¡Vamos a ver!" - dijo Coco entusiasmado. Juntos se acercaron al ruido y encontraron un pequeño cofre cubierto de polvo. Tomás lo abrió y dentro había tesoros brillantes: piedras preciosas y joyas.
"¡Increíble!" - exclamó Tomás. "¿Qué haremos con esto?"
"Deberíamos llevarlo a casa y compartirlo con los demás" - sugirió Coco. "Esto no es solo nuestro, el bosque nos lo ha confiado."
Tomás pensó por un momento. "Sí, ¡tienes razón! El bosque nos ha querido mostrar esto para que aprendamos a compartir."
Así que decidieron salir de la cueva y llevar el cofre al pueblo. Cuando llegaron, Tomás reunió a todos los niños y les mostró lo que habían encontrado.
"Miren lo que encontramos en el bosque. ¡Son tesoros! Pero debemos compartirlo entre todos."
Los demás niños aplaudieron emocionados y juntos decidieron organizar una feria en el pueblo donde habría juegos y actividades, y como entrada, cada niño podría llevar un tesoro que se convertiría en parte de una gran colección para que todos disfrutaran.
Finalmente, Tomás y Coco vieron que el verdadero tesoro era la amistad y la alegría de compartir con los demás. Desde entonces, no solo jugaron en el bosque, sino que también organizaban actividades para cuidar y proteger ese maravilloso lugar, asegurando que la magia del bosque y sus secretos estuvieran siempre a salvo.
Y así, Tomás no solo descubrió un nuevo amigo, sino también una lección invaluable sobre la amistad y la generosidad. Todos los días iban juntos a jugar y a cuidar el bosque, creando un lazo fuerte que nunca se rompería.
FIN.