El conejito y el muñeco de cera


Había una vez un conejo muy travieso que vivía cerca de una granja. Este conejo era conocido por robar las deliciosas coles y zanahorias de la granja vecina.

La granjera, cansada de que el conejo se comiera sus preciadas hortalizas, decidió tomar cartas en el asunto. Un día, mientras el conejo se acercaba a la granja para hacer de las suyas, la granjera lo descubrió en plena fechoría. El conejo, asustado, corrió a toda velocidad de regreso a su guarida.

La granjera, bastante molesta, decidió idear un plan para atrapar al ladrón. Luego de pensarlo detenidamente, decidió colocar un muñeco de cera en la entrada de la huerta, esperando que el astuto conejo cayera en la trampa.

Al día siguiente, el conejo, sin saber del nuevo obstáculo, se acercó a la granja con la intención de robar más vegetales. Al ver el muñeco, se detuvo sorprendido. "¿Quién eres tú?", preguntó el conejo al muñeco.

"Soy el guardián de las deliciosas coles y zanahorias, y tú no pasarás", respondió el conejo de cera. El conejo, intrigado, intentó persuadir al muñeco para que lo dejara entrar, pero el muñeco no cedía.

El conejo, al darse cuenta de que no podría engañar al guardián de cera, decidió cambiar su actitud. Buscó a la granjera y le pidió disculpas por haberse robado las hortalizas.

Le prometió que a partir de ese momento no volvería a robar y que ayudaría en lo que pudiera en la granja. La granjera, sorprendida por la actitud del conejo, decidió darle una oportunidad. A cambio, el conejo ayudaría en la recolección de las hortalizas y compartiría los vegetales con los demás animales.

Con el tiempo, el conejo se convirtió en un miembro valioso de la granja, y todos aprendieron a trabajar juntos y a compartir los frutos de la tierra. Desde ese día, la granja prosperó y la amistad entre los animales se fortaleció.

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