El Conejito y su Tarea



Había una vez un conejito llamado Pelusín, que vivía en una acogedora madriguera en el bosque. Un soleado día de primavera, Pelusín regresó a casa después de jugar con sus amigos. Cuando se sentó a la mesa para hacer su tarea, se encontró con una hoja llena de números y letras.

"¿Por qué tengo que hacer esto, mamá?" - preguntó Pelusín con un suspiro.

"Porque es importante, Pelusín. La tarea te ayuda a aprender cosas nuevas y a mejorar en la escuela", respondió su mamá, mientras le servía un delicioso té de zanahoria.

Pelusín miró la hoja de su tarea y frunció el ceño.

"Pero, ¡es tan aburrido! Prefiero jugar en el campo. ¿No puedes ayudarme a hacerla?" - insistió mientras se acomodaba en su sillón.

La mamá conejo sonrió y dijo:

"Claro que puedo ayudarte, pero primero vamos a hacer un juego. Cada vez que resolvamos un ejercicio, ¡podrás jugar cinco minutos!"

A Pelusín le brillaron los ojitos y aceptó la propuesta. Así, mamá conejo le explicó los números. Al principio, Pelusín encontró algunos ejercicios complicados.

"No sé si puedo, mamá. Estos problemas son más difíciles de lo que pensaba."

"Recuerda que aprender lleva tiempo, cariño. Vamos a descomponer el problema en partes más pequeñas. ¿Qué te parece?" - dijo mamá mientras cogía un frutal de papas para dibujar las soluciones.

Pelusín la miró intrigado.

"¿Descomponer?"

"Sí. A veces, cuando miramos el problema todo junto, puede parecer aterrador. Pero si lo tomamos paso a paso, ¡es más fácil!" - explicó mientras dibujaba.

Así fue que empezaron a trabajar juntos, y Pelusín comenzó a encontrarle sentido a los ejercicios. Con cada problema que resolvían, el tiempo de juego se acercaba.

Al finalizar el primer ejercicio, mamá conejo dijo:

"¡Hora de jugar!"

Pelusín saltó de alegría y corrió afuera para jugar en el jardín. Después de cinco minutos, volvió corriendo para continuar con la tarea. Cada vez que resolvían más problemas, la motivación crecía y el conejito se daba cuenta de que la tarea no era tan mala después de todo.

Pero llegó un momento en que un ejercicio parecía imposible de resolver. Pelusín se sintió frustrado.

"¡No puedo! ¡Es demasiado difícil!" - exclamó.

Mamá conejo le acarició la cabeza.

"A veces, lo que parece difícil solo necesita un poco más de paciencia y práctica. Si tomamos un descanso, quizás logres ver una nueva manera de resolverlo."

Pelusín asintió y decidió tomarse un minuto para respirar profundamente. Al retomar el ejercicio, se le ocurrió una idea nueva y, sorprendentemente, resolvió la difícil tarea.

"¡Lo hice! ¡Lo logré!" - gritó emocionado.

"¡Eso es increíble, Pelusín! Estoy muy orgullosa de ti. Ahora ya ves que, si te esfuerzas y no te rindes, ¡puedes conseguirlo!"

Al final del día, Pelusín había completado toda su tarea y, con una gran sonrisa, fue a jugar al campo con sus amigos. Mientras corría entre las flores, se sintió feliz no solo por haber terminado su tarea, sino porque había aprendido lo importante que es enfrentar los desafíos.

Desde ese día, siempre recordaría cómo su mamá lo ayudó a descomponer los problemas, y aprendió que en cada tarea hay una oportunidad de aprender algo nuevo y divertido.

FIN.

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