El Conejo Chiquitín y el Bosque Grande
En un rincón colorido y festivo del bosque, vivía un conejo llamado Chiquitín. Era el conejo más pequeño de todos, apenas más grande que una nuez. Sus amigos, los otros conejos, siempre jugaban y saltaban por los campos de flores, mientras Chiquitín se quedaba un poco atrás, tratando de alcanzarlos.
Un día, mientras sus amigos jugaban, Chiquitín escuchó un susurro en el aire. "¿Escucharon eso?"- dijo Chiquitín, levantando sus orejas. "No, Chiquitín, no hay nada. Solo es el viento"- respondió su amiga Benita, una coneja de orejas largas y suaves.
Pero Chiquitín estaba seguro de que había oído algo. Días después, decidió investigar aquel susurro. Mientras saltaba a través del bosque, se dio cuenta de que, aunque era pequeño, podía entrar a lugares donde los demás conejos no podían. Se deslizó bajo troncos caídos y entre ramas espinosas. Al final del día, encontró un pequeño claro en el bosque donde una familia de pájaros había hecho su nido.
"¡Hola!"- gritó Chiquitín, mirando a los pájaros. "Soy Chiquitín, el conejo más pequeño de este bosque. ¿Qué hacen aquí?"- preguntó intrigado.
Los pájaros, capitales de colores brillantes, lo miraron sorprendidos. "Estamos buscando ayuda. Nuestros polluelos se han caído de nuestro nido y no podemos alcanzarlos. Son muy traviesos y se esconden entre los arbustos"- explicó el pájaro papa.
Chiquitín sintió una chispa en su corazón. Aunque era pequeño, sabía que podía ayudar. "¡Yo puedo buscarlos!"- dijo decidido. Los pájaros lo miraron incrédulos. "Pero, ¿cómo un conejo tan pequeño puede ayudar?"- preguntó la mamá pájaro con cautela.
"Porque puedo entrar en espacios pequeños que ustedes no pueden"- afirmó Chiquitín. Sin dudarlo más, se puso en marcha, moviendo sus patas rápidamente y buscando en cada rincón del arbusto. Después de un rato, encontró al primer polluelo. "¡Aquí estás! Vení, te llevaré de regreso a tu mamá"- dijo Chiquitín sonriendo. El polluelo, muy asustado, lo siguió hasta el nido.
Al volver a casa, los pájaros estaban muy emocionados. "¡Chiquitín, lo lograste!"- exclamó el papá pájaro. Chiquitín se sintió orgulloso y su corazón se llenó de alegría. Pero aún faltaban más polluelos por rescatar.
Así que siguió buscando, y poco a poco, encontró a todos los polluelos que habían caído. Los pájaros estaban tan agradecidos que, cuando el último polluelo fue devuelto, hicieron una hermosa canción. "¡Gracias, Chiquitín! Ahora sabemos que ser pequeño no significa que no puedas hacer algo grandioso"-, cantaban en coro.
De regreso con sus amigos, Chiquitín compartió la historia de su aventura. Todos lo miraron con admiración. "¡Qué increíble, Chiquitín! Nos has enseñado que cada uno tiene su propio valor"-, comentó Benita.
Desde ese día, Chiquitín se volvió el héroe del bosque. Aprendió que aunque fuera el conejo más chico, el tamaño no importa, lo más importante es el valor y la voluntad de ayudar a otros. Así, el bosque se llenó de historias sobre el pequeño conejo que superó sus límites.
Y así, cada vez que veían a Chiquitín, recordaban la lección más importante: Todos podemos hacer cosas grandiosas, sin importar cuán grandes o pequeños seamos.
FIN.