El Conejo Cruzado y la Tortuga Sabia



En un claro del bosque, vivía un conejo llamado Roco. Roco era conocido por todos como el conejo más rápido, pero también como el más malhumorado. Siempre estaba buscando razones para quejarse y raramente sonreía. Sus amigos, que una vez jugaron a su lado, pronto se alejaron, temiendo que sus malas actitudes contagiaran el ambiente del bosque.

Un día, mientras estaba sentado solo bajo un árbol, Roco vio a una tortuga llamada Tula acercarse. A diferencia de él, Tula no tenía prisa. Caminaba despacio y con una sonrisa en su rostro.

"Hola, Roco," saludó Tula con dulzura. "¿Por qué estás tan solo?"

"¿Y a mí qué me importa? No necesito a nadie. Los demás son todos unos lentos y aburridos," respondió Roco refunfuñando.

Tula, sin alterar su calma, se sentó junto a él.

"Pero la velocidad no lo es todo. A veces, la vida se disfruta más despacio. ¿Te gustaría jugar conmigo?"

"¿Jugar? ¿A qué? A mí me parece que no hay diversión en esto."

"Podríamos jugar a contar las nubes. Vamos, sólo mira hacia arriba," sugirió Tula.

Roco miró el cielo, y aunque al principio se sintió tonto, poco a poco comenzó a relajarse. Tula le enseñó a observar cada nube, cada forma que tomaban.

"Mira esa, parece un perro saltando," se rió Tula.

"Y esa es una galletita gigante," agregó Roco, sonriendo sin querer.

Desde ese día, Roco y Tula comenzaron a encontrarse más a menudo. Tula siempre tenía una forma de ver las cosas que hacía sonreír a Roco, y algo dentro de él empezó a cambiar.

Una tarde, mientras jugaban, un grupo de pájaros comenzó a discutir. Roco instintivamente se asomó para ver qué pasaba, y vio a un pequeño pájaro llorando.

"¿Qué ocurre?" preguntó.

"Perdí mi nido y no sé qué hacer," sollozó el pajarito.

Roco, en lugar de ignorar la situación como solía hacer, recordando a Tula, decidió ayudar.

"Yo puedo ir contigo y buscarlo. Quizás lo encontramos juntos," dijo, sintiéndose valiente.

"¿De verdad?" preguntó el pajarito, aliviado.

Roco se sintió extraño al ayudar, pero también emocionado. Lo que comenzó como un acto de amabilidad se transformó en una gran aventura. Tula lo acompañó, y juntos, encontraron el nido del pajarito en un arbusto cercano.

Cuando regresaron, el pajarito estaba tan agradecido que comenzó a cantar, llenando el bosque con melodía. Roco miró a Tula y una amplia sonrisa se dibujó en su rostro;

"Nunca pensé que ayudar a alguien me haría sentir tan bien. ¡Esto es genial!"

"Ves, Roco. A veces, cambiar un poco nuestra forma de ser puede hacer una gran diferencia. Tu buena actitud atrae buena energía," le dijo Tula.

Con el tiempo, Roco se volvió más reconocido no solo por su rapidez, sino también por su amabilidad. Los otros animales empezaron a acercarse a él nuevamente, y pronto se hizo un amigo de todos. Aprendió que la felicidad no se encontraba en la velocidad, sino en las conexiones y la ayuda a los demás.

Un día, mientras disfrutaban de un hermoso atardecer, Roco volvió a mirar a Tula y le dijo.

"No sé cómo agradecerte. Sin ti, seguiría siendo ese conejo malhumorado.

"No te preocupes. La verdadera lección ha sido tuya. Aprendiste a mirar el mundo de otra manera. Eso es lo que importa," respondió Tula sonriendo.

Y así, entre risas y juegos, Roco no solo encontró la felicidad en sí mismo, sino que también se convirtió en un erudito del bienestar emocional en el bosque, uniendo y viendo el valor en cada ser que lo rodeaba.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!