El conejo curioso
Había una vez un conejo muy travieso llamado Conejo Saltarín. Era un conejito muy curioso y siempre estaba buscando nuevas aventuras.
Un día, Conejo Saltarín escuchó a sus amigos hablar sobre la escuela y todos los conceptos interesantes que aprendían allí. Conejo Saltarín se sintió intrigado por aprender sobre los conceptos de cantidad: mucho, poco, lleno y vacío. Quería saber cómo se veían esas palabras en la vida real.
Pero había un problema: no le gustaba levantarse temprano por las mañanas. Un día, su mamá lo despertó temprano para ir a la escuela. Conejo Saltarín bostezó y se estiró perezosamente en su camita acogedora.
No quería levantarse, prefería quedarse en casa jugando todo el día. "Mamá, ¿por qué tengo que ir a la escuela? ¡Yo quiero quedarme aquí!", protestó Conejo Saltarín con voz somnolienta.
Su mamá suspiró y le explicó pacientemente: "Querido Conejo Saltarín, la escuela es un lugar maravilloso donde puedes aprender cosas nuevas todos los días. Allí podrás descubrir más sobre el mundo que te rodea y hacer nuevos amigos". Conejo Saltarín pensó en las palabras de su mamá y decidió darle una oportunidad a la escuela.
Aunque no estaba del todo convencido, sabía que debía confiar en su madre. Cuando llegaron a la escuela, Conejo Saltarín vio muchas cosas interesantes.
Había libros apilados hasta el techo, juguetes de todo tipo y un montón de niños riendo y divirtiéndose. La maestra les dio una lección sobre los conceptos de cantidad. Les mostró una caja llena de caramelos y les preguntó: "¿Cuántos caramelos creen que hay en esta caja?".
Los niños comenzaron a hacer conjeturas, algunos decían que había muchos caramelos, otros decían que había pocos. Conejo Saltarín se quedó pensando por un momento y luego levantó la mano. "Yo creo que está medio lleno", dijo tímidamente. La maestra sonrió y asintió.
Le explicó a Conejo Saltarín que estaba en lo correcto, la caja estaba medio llena de caramelos. Conejo Saltarín se sintió muy orgulloso de sí mismo por haber entendido el concepto.
A medida que pasaban los días, Conejo Saltarín aprendía más sobre los conceptos de cantidad: mucho, poco, lleno y vacío. Descubrió cómo contar objetos para saber si había muchos o pocos, cómo llenar vasijas hasta el tope y cómo reconocer cuando algo estaba vacío.
Conejo Saltarín se dio cuenta de lo útil e importante que era conocer estos conceptos en su vida diaria. Aprendió a compartir sus juguetes con sus amigos cuando tenía muchos y a ahorrar su comida cuando tenía poco.
Un día, al regresar a casa después de la escuela, Conejo Saltarín encontró su madriguera desordenada y llena de hojas secas. Decidió ponerse manos a la obra para limpiarla antes del regaño seguro por parte de su mamá.
Mientras recogía las hojas, se dio cuenta de que su madriguera estaba vacía y desordenada. Conejo Saltarín se sintió triste por haber dejado su hogar en ese estado. Pero luego recordó lo que había aprendido en la escuela sobre el concepto de "vacío".
Con mucho entusiasmo, Conejo Saltarín comenzó a organizar y limpiar su madriguera. Puso sus juguetes en su lugar, sacudió las mantas y barrrió el piso con mucho cuidado. Cuando su mamá llegó a casa, quedó sorprendida al ver la madriguera impecablemente ordenada.
"¡Conejo Saltarín! ¡Estoy muy orgullosa de ti!", exclamó su mamá emocionada. "Has entendido el concepto de "vacío" y has llenado tu madriguera con orden y limpieza". Conejo Saltarín sonrió felizmente.
Había aprendido una valiosa lección: no solo se trata de conocer los conceptos, sino también de aplicarlos en la vida cotidiana. Desde ese día en adelante, Conejo Saltarín fue un conejito ejemplar.
Siguió asistiendo a la escuela con entusiasmo y siempre buscaba maneras creativas de aplicar los conceptos que aprendía. Y así, Conejo Saltarín demostró que incluso cuando algo no nos gusta o preferimos quedarnos en casa, podemos encontrar valor y felicidad al aprender cosas nuevas y crecer como personas.
FIN.