El Conejo Impostor del Parque



Era un hermoso día de sol en el parque donde vivían Chancho y Conejo. Los árboles estaban llenos de hojas verdes y el aire olía a flores. Chancho, un cerdito alegre y curioso, decidió dar una vuelta por el parque. Mientras paseaba, su amigo Conejo saltaba a su lado.

"¡Mirá, Chancho! ¡El día está genial para jugar!" dijo Conejo, moviendo sus orejas con entusiasmo.

"¡Sí, Conejo! ¡Vamos a hacer una carrera!" respondió Chancho, listo para divertirse.

Ambos se prepararon y contaron:

"Uno, dos, tres... ¡Ya!"

Corrieron a toda velocidad, pero de repente, un nuevo conejo apareció de entre los arbustos.

"¡Alto!" gritó el conejo desconocido.

"¿Quién sos?" preguntó Conejo, intrigado.

"Soy el nuevo conejo del parque. Pueden llamarme Impostor", dijo el extraño conejo con una sonrisa.

"¿Impostor? ¿Eso es tu nombre?" preguntó Chancho, confundido.

La verdad era que el nuevo conejo no se parecía en nada a Conejo. Tenía un color raro, como si se hubiera pintado con muchos colores.

"Sí, por supuesto. Vine a jugar con ustedes. ¿Se vienen a la carrera?" dijo el Conejo Impostor con aires de confianza.

"Está bien, pero vos no te pareces a Conejo ni un poquito" dijo Chancho, mientras miraba a su amigo.

Conejo se sintió un poco incómodo, pero decidió no decir nada. Así, todos se alinearon para la carrera. Al sonar la señal de inicio, el Conejo Impostor corrió velozmente, pero no por su habilidad, sino porque cayó en un charco y terminó empapado.

"¡Ay, qué desastre!" exclamó el Conejo Impostor, intentando limpiarse.

"No te preocupes, eso a todos nos pasa alguna vez", dijo Conejo, tratando de no reír.

"Sí, pero yo.... yo soy el Conejo Impostor, y debería ser perfecto" lamentó el nuevo conejo.

"¿Perfecto? No hay conejos perfectos, todos tenemos nuestras cosas" respondió Chancho.

En ese momento, Conejo decidió acercarse al Conejo Impostor.

"¿Por qué querías ser un conejo como yo?" preguntó.

"¡Porque pensé que ser como vos me haría tener amigos!" respondió el Conejo Impostor, con los ojos llenos de tristeza.

"No necesitas ser como yo; solo sé tú mismo" dijo Conejo, sonriendo.

El Conejo Impostor, aún un poco confundido, comenzó a reírse.

"Pero yo no sé quién soy realmente. Estoy tan acostumbrado a tratar de imitar a otros que ya no me reconozco".

"Está bien! Caminemos juntos y descubramos quién sos" sugirió Chancho, entusiasmado.

Y así, comenzó una aventura en la que Chancho y Conejo ayudaron al Conejo Impostor a descubrir sus propios talentos. A medida que pasaban los días, el Conejo Impostor aprendió a dibujar con muchas formas divertidas, a saltar alto y a contar historias increíbles.

"Mirá, ¡ahora tengo mis propias habilidades!" exclamó el Conejo Impostor un día, lleno de alegría.

"Exacto, eso es lo que te hace especial" afirmó Conejo.

"Y es mucho más divertido ser auténtico que tratar de ser algo que no sos" agregó Chancho, mientras todos se reían juntos.

Desde entonces, el Conejo Impostor fue conocido simplemente como Rayo, un nombre que le quedó perfecto por lo rápido que saltaba. Y juntos, los tres amigos disfrutaron un montón de aventuras.

La moraleja del cuento es que siempre es mejor ser uno mismo, aceptando nuestras diferencias y celebrándolas. La amistad no se trata de ser igual, sino de apoyarnos y disfrutar juntos de nuestras particularidades.

FIN.

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