El Conejo Mágico y el Niño Bondadoso



Érase una vez en un pequeño pueblo llamado Villa Limpia, donde vivía Pablito, un niño muy ordenado y limpio. Desde que era pequeño, a Pablito siempre le gustaba tener todo en su lugar y mantener su habitación impecable.

Un día, mientras paseaba por el bosque cerca de su casa, Pablito encontró a un conejo blanco muy grande al que decidió llamar Coloso.

El conejo parecía ser especial; tenía unos ojos brillantes y una mirada amigable que cautivaron a Pablito desde el primer momento. Pablito llevó a Coloso a su casa y lo cuidó con mucho cariño.

Le construyó una cómoda madriguera en el jardín, le preparaba deliciosas zanahorias frescas todos los días y se aseguraba de que estuviera siempre limpio y feliz. "¡Hola Coloso! ¿Cómo estás hoy?", preguntaba Pablito todas las mañanas al salir al jardín. "¡Hola Pablito! ¡Estoy genial gracias a ti!", respondía Coloso con alegría.

Lo que Pablito no sabía es que Coloso no siempre fue un conejo. En realidad, era un mago muy poderoso que había sido transformado en conejo por un hechizo malvado.

Pero la bondad y la pureza de corazón de Pablito comenzaron a romper poco a poco el hechizo sin que ninguno de los dos se diera cuenta.

Un día, mientras jugaban juntos en el jardín, un destello mágico rodeó a Coloso y lentamente comenzó a transformarse nuevamente en humano frente a los ojos sorprendidos de Pablito. Al finalizar la transformación, apareció ante él un joven mago con una sonrisa radiante. "¡Pero... pero eres tú, Coloso!", exclamó emocionado Pablito. "Sí, querido amigo.

Gracias a tu bondad y amor pude romper el hechizo que me mantenía atrapado en forma de conejo", dijo el joven mago abrazando tiernamente a Pablito.

Desde ese día, Coloso enseñó a Pablito todo sobre la magia buena y juntos realizaron actos mágicos para ayudar a las personas del pueblo. La fama de sus hazañas se extendió rápidamente por todas partes e inspiraron a otros niños como Pablito a ser amables y generosos con quienes les rodeaban.

Y así, entre trucos mágicos y risas compartidas, la amistad entre Pablito y Coloso creció más fuerte cada día; demostrando que incluso las apariencias pueden engañar cuando se trata del verdadero valor del corazón humano. Y colorín colorado este cuento mágico ha terminado.

FIN.

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