El Conejo Mágico y la Aventura de los Sueños
Érase una vez en un tranquilo bosque, un pequeño conejo llamado Binky que tenía un secreto especial: ¡era un conejo mágico! Binky no solo podía saltar más alto que cualquier otro conejo, sino que también podía hacer realidad los sueños de sus amigos, siempre y cuando fueran buenos deseos.
Un día, mientras Binky estaba recolectando zanahorias, escuchó un llanto. Siguiendo el sonido, llegó hasta un árbol en el que encontró a su amiga, Lila la ardilla.
"¿Por qué llorás, Lila?" - preguntó Binky, preocupado.
"¡Binky! Mis amigos se han ido a jugar a la gran roca y no me invitaron porque dicen que soy muy pequeña y torpe para saltar. Nunca puedo jugar con ellos." - respondió Lila con lágrimas en sus ojos.
"¡No te preocupes!" - dijo Binky con una sonrisa mágica. "Voy a ayudarte a demostrarles lo que podés hacer. ¡Vamos a hacer un deseo!"
Lila secó sus lágrimas y asintió.
"Yo deseo poder saltar tan alto como un canguro" - exclamó Lila con fuerza.
Binky agitó sus patitas delante de ella y, ¡ZAP! En un destello de magia, Lila sintió cómo su cuerpo se llenaba de energía.
"¡Probá ahora!" - animó Binky. Lila, sintiéndose diferente, saltó y, para su sorpresa, ¡salió disparada hacia el cielo, mucho más alto de lo que jamás había imaginado!"¡Mirá, Binky! ¡Estoy volando!" - gritó emocionada mientras giraba en el aire antes de aterrizar suavemente en el suelo.
Los otros animales del bosque, mientras tanto, miraban atónitos desde la gran roca. Atraídos por la maravilla, se acercaron rápidamente.
"¡Lila, cómo hiciste eso!" - preguntó Max, el zorro, que siempre había sido un poco arrogante.
Lila, sonriendo orgullosa, respondió:
"¡Binky me ayudó! Pude hacer realidad mi sueño porque creí en mí misma y pedí ayuda. ¡No soy torpe!"
Binky, viéndolos reunidos, decidió que era hora de dar una lección más divertida.
"¿Quieren probar un salto mágico también?" - preguntó Binky a los animales, que asentían emocionados.
"¡Sí!" - clamaron a coro.
Uno a uno, Binky usó su magia para inspirar a cada uno de sus amigos, ayudándolos a descubrir habilidades ocultas que nunca habían imaginado tener.
"¡Soy más rápido que un rayo!" - dijo Max después de hacer un gran salto.
"¡Puedo girar como un tornado!" - exclamó Carla, la tortuga, tras dar un salto sorprendente.
Todos estaban contentos, saltando y riendo juntos. Sin embargo, algo inesperado sucedió; mientras todos se divertían, Binky notó que una sombra se acercaba. Era Grog, el búho, conocido por ser un poco gruñón.
"¿Qué están haciendo aquí?" - preguntó Grog con desdén.
"¡Estamos demostrando lo que podemos hacer, Grog!" - respondió Lila.
Grog frunció el ceño.
"No me interesa, yo prefiero estar solo. No necesito amigos que sólo lloran y piden deseos" - dijo con desdén, dando la vuelta y volando hacia su rama.
Pero Lila no se dio por vencida. Mientras los demás seguían saltando, se le ocurrió una idea. "Binky, ¿podrías ayudarme a cumplir otro deseo?"
"¡Claro! ¿Cuál es tu deseo?" - preguntó Binky, intrigado.
"Quiero que Grog se una a nosotros. Me gustaría mostrarle que también puede ser feliz con nosotros".
Binky entendió el deseo de Lila.
"Voy a intentar hablar con él" - dijo y saltó hacia la rama de Grog.
"¡Hola, Grog!" - dijo Binky. "Quería hablar con vos un momento. Lila está triste porque no te unes a nosotros. ¡Podrías bailar, correr y formar parte de nuestro juego!"
Grog miró a Binky con desdén, pero luego vio a los demás animales riendo y saltando.
"No sé... no soy bueno para esas cosas" - lamentó el búho, titubeando.
"¡Pero podés ser parte de la diversión aunque no seas bueno en eso!" - insistió Binky. "Súmate a nosotros, ¡cada uno tiene su propio estilo!"
Finalmente, con un poco de empuje, Grog decidió saltar. ¡Y resultó que era un gran espectáculo!
Aunque sus saltos eran torpes, todos reían y aplaudían a Grog, quien pronto comenzó a sonreír, dejando caer su caparazón de cínico.
Esa tarde, todos aprendieron algo importante: a veces, lo que más deseas puede ser más valioso cuando lo compartís con otros. Y así, entre risas y saltos, Grog se unió al grupo, disfrutando de la magia de la amistad.
"¡Gracias, Binky!" - dijeron todos al mismo tiempo. "¡Eres un verdadero amigo!"
Binky sonrió y, sintiéndose satisfecho, supo que por más que los sueños y deseos fueran importantes, la verdadera magia era la amistad y el apoyo que se brindan unos a otros. Y en ese mágico bosque, vivieron felices, con muchos más saltos por delante.
Y colorín colorado, este cuento llegó a su final.
FIN.