El Conejo Maiz y las Zanahorias




Había una vez en el bosque un conejito llamado Maiz. A diferencia de otros conejitos, a Maiz no le gustaban las zanahorias. Su mamá, su papá y sus hermanos siempre le decían que las zanahorias eran deliciosas y le instaban a probarlas, pero Maiz siempre prefería comer maíz.

Un día, su mamá preparó una deliciosa ensalada de zanahorias y le dijo a Maiz: - Hijo, por favor, al menos prueba una zanahoria. Te aseguro que te va a encantar.

Pero Maiz frunció su pequeña nariz y dijo: - No, mamá, no me gustan las zanahorias. Prefiero el maíz.

Los hermanitos de Maiz intentaron persuadirlo también, pero el conejito terco se negó una y otra vez. Su abuelita, que era muy sabia, decidió probar algo diferente. En vez de insistirle, le dijo a Maiz: - Está bien, cariño. Si no quieres comer zanahorias, no hay problema. Pero ¿me permitirías darte un consejo?

Maiz, curioso, asintió con la cabeza. - Claro, abuelita. ¿Qué consejo tienes para mí?

Su abuelita le sonrió y le dijo: - Maiz, nunca podemos saber si algo nos gusta o no, si no lo probamos al menos una vez. A veces, las cosas que creemos que no nos gustan, terminan siendo las que más disfrutamos. Permíteme prepararte un plato de maíz para que pruebes algo nuevo también.

Maiz, intrigado por las palabras de su abuelita, aceptó. Para su sorpresa, cuando probó el maíz, le encantó. Era delicioso y llenaba su pancita de felicidad. A partir de ese momento, Maiz se dio cuenta de que aunque las zanahorias no le gustaran, había otras comidas deliciosas que podía disfrutar.

Decidió darle una oportunidad a las zanahorias. Para su asombro, las zanahorias no eran tan malas como las recordaba. De hecho, comenzó a gustarle su dulce sabor y crujiente textura.

Mientras tanto, su mamá, su papá, sus hermanitos y su abuelita probaron el maíz que tanto disfrutaba Maiz y también les gustó. Se sorprendieron de lo sabroso que era. Todos aprendieron que no hay que juzgar algo sin haberlo probado antes.

Desde ese día, en la madriguera de Maiz se podían encontrar tanto zanahorias como maíz, y todos eran felices. Maiz aprendió que es importante probar cosas nuevas antes de negarse a ellas, y su familia aprendió a no poner límites a sus gustos sin darles una oportunidad. Y así, juntos, disfrutaban de deliciosas comidas y vivían felices para siempre.

FIN.

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