El conejo orgulloso



En un bosque encantado vivía un conejo llamado Pancho. Pancho siempre se creía superior a los demás animales, se pavoneaba por el bosque y les decía a todos que él era el más ágil y astuto. Los demás animales no sabían cómo lidiar con su actitud soberbia, hasta que un día, el sabio búho les propuso un desafío: organizar una carrera para ver quién era el más veloz. Pancho aceptó de inmediato, convencido de que ganaría fácilmente.

Antes de la carrera, el búho les dio a cada animal una semilla mágica y les explicó que debían plantarla y cuidarla durante una semana. Al final de esa semana, la semilla se convertiría en una planta y el fruto que diera sería la clave para la carrera.

Pancho, confiado en su rapidez, descuidó la plantación de su semilla y se burlaba de los demás animales que trabajaban con dedicación en sus plantíos. Pasó la semana y cada animal logró cultivar una hermosa planta con frutos deliciosos, excepto Pancho cuya planta no creció debido a su desinterés.

Llegó el día de la carrera y cada animal llevó su fruto. El búho explicó que la carrera consistiría en recorrer el bosque y ofrecer su fruto al ser más sabio del bosque. Los animales partieron y, a pesar de sus esfuerzos, Pancho no lograba encontrar al ser sabio. Desesperado, llegó al punto de encuentro y vio que los demás animales ya estaban ahí, rodeando al ser más sabio. Para su sorpresa, el ser sabio era un viejo y amable árbol.

Uno a uno, los animales ofrecieron sus frutos al árbol y recibieron su sabiduría a cambio. Cuando llegó el turno de Pancho, se disculpó avergonzado por su soberbia. El árbol le enseñó que la humildad y el esfuerzo siempre traen grandes recompensas, y que el respeto hacia los demás es fundamental en la vida.

Desde ese día, Pancho aprendió a valorar a los demás animales, a ser humilde y a esforzarse en todo lo que hacía. El bosque vivió en armonía, con un Pancho más sabio y amable que nunca.

FIN.

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