El conejo que curó la tristeza
Había una vez un pequeño conejo llamado Roman, que vivía en un bosque muy grande y hermoso. A Roman le encantaba pasar sus días explorando el bosque, saltando de rama en rama y jugando con sus amigos animales.
Un día, mientras paseaba por el bosque, se encontró con una señora mayor sentada bajo un árbol. La señora parecía triste y sola.
Roman se acercó tímidamente a ella y dijo:- Hola señora, ¿cómo está? ¿Necesita ayuda? La señora levantó la cabeza y sonrió al ver al pequeño conejo. - Hola querido -respondió-. Estoy bien, solo estaba pensando en mi hijo que vive lejos de aquí.
Roman notó que la señora tenía lágrimas en los ojos y decidió hacer algo para alegrarla. - ¿Le gustaría jugar conmigo por un rato? -preguntó Roman-. Podemos dar un paseo por el bosque juntos. La señora aceptó la invitación del conejo y se levantaron juntos para caminar por el bosque.
Durante su caminata, Roman le mostró todos los lugares increíbles del bosque: las cascadas cristalinas, las flores coloridas y los arroyos tranquilos donde podían refrescarse. Mientras caminaban juntos, la señora comenzó a hablarle a Roman sobre su hijo.
Le contó todo lo maravilloso que era él cuando era niño: cómo corría por el parque riendo sin parar; cómo amaba cocinar galletas con ella; cómo solían ir juntos al cine todas las semanas.
Roman escuchó atentamente y sintió que la señora se estaba sintiendo mejor. Pero de repente, la señora comenzó a preocuparse nuevamente. - ¿Cómo puedo estar contenta si mi hijo vive tan lejos de mí? -dijo-. Me siento sola y triste sin él aquí.
Roman no sabía qué decir para consolarla, pero recordó algo que su mamá le había dicho una vez: "La familia es importante, pero también lo son los amigos". - Señora -dijo Roman-, creo que usted puede encontrar amigos en todas partes.
Siempre hay alguien dispuesto a hacerle compañía y ser su amigo. Y yo estaré aquí siempre para jugar con usted cuando quiera.
La señora sonrió al oír las palabras del pequeño conejo y se dio cuenta de que tenía razón. No necesitaba estar cerca de su hijo para tener felicidad en su vida. Desde ese día en adelante, Roman visitaba a la señora todos los días para jugar juntos en el bosque.
La señora dejó de sentirse sola gracias al pequeño conejo y sus amistades con otros animales del bosque.
Y así, Roman enseñó a la señora una valiosa lección: no importa cuán lejos estén nuestros seres queridos, siempre podemos encontrar amigos nuevos y cercanos donde menos lo esperamos.
FIN.