El Conejo Sin Ritmo



En un bosque verde y frondoso, donde los árboles bailaban al compás del viento, vivía un conejo llamado Rocco. Rocco era un conejo especial, porque, a pesar de su pequeño tamaño, tenía una gran pasión: ¡la música! Le encantaba hacer melodías con su flauta de caña y cantar en las cejas de los ríos. Sin embargo, había un problema: Rocco creía que no tenía ritmo.

Un día, mientras practicaba en su rincón favorito, Rocco dijo en voz alta,

- ¡Ay, qué mal sueno! Nunca le pego al ritmo. Todo lo que toco suena igual. -

Sintiendo una profunda tristeza, dejó su flauta a un lado. En ese preciso momento, apareció un pajarito llamado Lila, con plumas de colores brillantes y una voz melodiosa.

- ¿Por qué tan apenado, Rocco? - preguntó Lila.

- Porque intento hacer música, pero no tengo ritmo. - respondió el conejo con un suspiro.

Lila, con su energía contagiosa, dijo:

- ¡No te desanimes! Quizás solo necesites un poco de ayuda. ¿Te gustaría intentarlo conmigo?

- Pero no creo que pueda. - contestó el conejo, sintiéndose inseguro.

- ¡Vamos, será divertido! - insistió Lila.

Intrigado, Rocco accedió y comenzaron a tocar juntos. Primero, Lila hizo un ritmo suave con su canto, mientras Rocco intentaba seguir con su flauta. Sin embargo, pronto se dio cuenta de que no podía. Frustrado, volvió a reclamar:

- ¡Ves! No puedo seguir el ritmo, Lila. -

Pero Lila, cariñosa, dijo:

- Tal vez deberías escucharte un poco más. La música no es solo un ritmo, también es la emoción que pones en ella. ¿Qué tal si hacemos algo diferente? -

Rocco se quedó pensativo, pero aceptó la propuesta de Lila. Así fue que unieron sus talentos: Lila se encargó de cantar mientras Rocco improvisaba con su flauta de manera libre. Se dieron cuenta de que, aunque Rocco no tenía un ritmo marcado, su música era muy bella, llena de emoción y melodía.

- ¡Mirá, Rocco! ¡Eso suena genial! - exclamó Lila.

- Pero no es un ritmo, es solo...¡música! - contestó el conejo, sorprendido.

- ¡Exacto! Y a veces la mejor música viene del corazón. - respondió Lila con una sonrisa.

Con el tiempo, Rocco se sintió más relajado haciendo música y comenzó a disfrutar de su pasión. Se armó de valor y decidió invitar a otros animales del bosque a escuchar su música. Un atardecer, reunió a todos en un claro para un pequeño concierto.

- ¡Hola a todos! - comenzó Rocco, un poco nervioso. - Hoy quiero compartir algo que me gusta mucho, aunque no sé si lo hago bien. -

Los animales se sentaron, curiosos y emocionados. Rocco comenzó a tocar su flauta mientras Lila lo acompañaba cantando. A medida que la música llenaba el aire, los animales empezaron a moverse: unos bailaban, otros aplaudían, y todos sonreían. Algo mágico sucedió: la música de Rocco, a pesar de no tener un ritmo claro, hizo que todos se sintieran felices y llenos de energía.

Cuando terminaron, todos aplaudieron con entusiasmo.

- ¡Rocco, sos increíble! - gritó la ardilla, dando saltitos de alegría. - ¡Tu música es única!

- ¿Ves? A veces lo más hermoso no necesita un ritmo estricto. ¡Solo se trata de disfrutarte! - dijo Lila, muy orgullosa de su amigo.

A partir de ese día, Rocco siguió tocando su flauta con más confianza, disfrutando y creando música libre, siempre agradecido por su amiga Lila que lo ayudó a descubrir su verdadero talento. Rocco comprendió que, aunque quizás no tuviera un ritmo convencional, lo importante era que su música tocaba los corazones de los que lo escuchaban.

Y así, en el bosque donde todos bailaban, se escuchaba la melodía de Rocco resonando por doquier.

¡Fue un verano lleno de música y alegría!

FIN.

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