El Conejo y la Estrella



En el corazón del bosque, donde los árboles altas eran casi tan secretos como los sueños, vivía un pequeño conejo llamado Rocco. Rocco era un conejo aventurero, siempre curioso y con ganas de explorar. Su lugar favorito era un claro donde podía ver el cielo estrellado cada noche.

Una noche, mientras contemplaba las estrellas, Rocco notó que una de ellas se movía. ¡Era una estrella fugaz! Sin pensarlo dos veces, Rocco pidió un deseo: "Deseo poder volar tan alto como esa estrella".

Al día siguiente, mientras Rocco seguía explorando, se encontró con Estrella, una luciérnaga que iluminaba el camino.

"Hola Rocco, ¿por qué tan pensativo?" preguntó Estrella.

"Hola, Estrella. Anoche vi una estrella fugaz y pedí un deseo. Quiero volar como ella".

Estrella sonrió.

"Volar es divertido, pero no necesitas ser una estrella para sentir que vuelas. Ven, te enseñaré a saltar mejor".

Rocco, emocionado, siguió a Estrella hasta un pequeño monte.

"Aquí en lo alto, podrás saltar más lejos que nunca", dijo ella.

Con cada salto, Rocco comenzó a sentirse más ligero, y aunque no volaba, sentía como si estuviera flotando.

"Increíble, mirá cómo puedo saltar alto" exclamó Rocco.

Estrella se rió.

"¡Eso es! Lo único que necesitas es encontrar tu propia manera de volar!".

Unos días después, Rocco decidió preparar una carrera con sus amigos del bosque; el pato Pipo, la tortuga Tito y la ardilla Selva. Todos estaban listos, pero de pronto, Tito se sintió desanimado.

"Yo nunca ganaré, soy muy lento".

Rocco, recordando su deseo, le dijo:

"No se trata de ganar, Tito. Se trata de disfrutar mientras saltamos y corremos. Lo que importa es divertirse".

Esa fue la chispa que necesitaba Tito.

El día de la carrera, el cielo estaba despejado y todos los animales del bosque estaban allí. Cuando comenzó la carrera, Rocco saltó con Estrella iluminando su camino, pero Pipo era rápido como el viento y Tito seguía a su propio paso.

Rocco pensaba que iba a ganar, pero en los últimos momentos de la carrera notó a Tito, quien estaba acercándose con una gran sonrisa.

"¡Voy a llegar al final!" gritó Tito, mientras todos lo animaban.

Al final, fue Pipo quien llegó primero, pero Tito cruzó la meta con una gran sonrisa en su rostro, y todos le aplaudieron.

"Lo logré, estoy orgulloso de mí mismo" dijo Tito.

Rocco se acercó al grupo y exclamó:

"Hoy ganó la diversión y la amistad, eso es lo que realmente importa".

Estrella iluminaba la escena desde lo alto y se unió a la celebración.

"Así es, Rocco. No necesitás ser una estrella para brillar, solo necesitas encontrar tu propia forma de disfrutar".

Desde aquel día, Rocco entendió que, aunque no podía volar como la estrella fugaz, había maneras de sentirse libre y feliz. Con cada salto, correría y jugaría con sus amigos del bosque, creando memorias que brillaban tanto como las estrellas en el cielo.

Y así, El Conejo y la Estrella aprendieron que ser uno mismo y vivir en el momento era la verdadera magia de la vida.

FIN.

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