El Congreso de Maíz de Celaya



En un pequeño pueblo llamado Celaya, la vida giraba en torno al maíz. Cada año, los habitantes se reunían para celebrar el "Congreso del Maíz", un evento donde aprendían todo sobre el cultivo, la cocina y la importancia del maíz en sus vidas. Este año, Sofía, una niña curiosa de diez años, había decidido que quería ayudar a organizar el congreso.

Sofía estaba emocionada. Su abuelo, Don Raúl, era un agricultor experto y siempre le contaba historias sobre cómo el maíz les había enseñado a convivir y trabajar juntos. "El maíz es más que un alimento, Sofía, es un símbolo de unión y amistad entre los pueblos"-, le decía con una sonrisa.

"Este año quiero que hagamos algo diferente, abuelo. ¿Qué tal si organizamos talleres para que la gente aprenda cosas nuevas sobre el maíz?"-, propuso Sofía.

"Esa es una idea brillante, Sofía. Pero recuerda que a veces, organizar puede resultar complicado. Necesitaremos ayuda"-, respondió Don Raúl.

Así fue como Sofía se puso manos a la obra. En la plaza del pueblo, se reunió con otros niños de su edad.

"¡Hola a todos! ¿Quieren ayudarme a organizar el Congreso del Maíz?"-, preguntó Sofía.

"¡Sí! Pero, ¿qué tenemos que hacer?"-, dijo Martín, un niño muy entusiasta.

"Quiero que cada uno proponga un taller. Yo puedo hablar sobre cómo hacer tortillas de maíz"-, añadió Clara, una amiga de Sofía.

"¡Y yo puedo enseñar a hacer pozole!"-, comentó Pedro emocionado.

Los niños comenzaron a formar un plan. Sofía se encargó de hacer carteles para anunciar el evento, mientras que los demás se organizaban en grupos para preparar sus talleres. Cada día después de la escuela, se reunían a trabajar y aprender unos de otros.

Mientras tanto, algunos adultos del pueblo comenzaron a ver lo que sucedía. Don Ricardo, un agricultor muy reconocido pero algo gruñón, se acercó.

"No entiendo por qué los niños se esfuerzan tanto. Antes los adultos se encargaban de estas cosas"-, murmuró con desdén.

"Pero, Don Ricardo, nosotros queremos aprender y compartir lo que sabemos también"-, le dijo Clara.

"Este congreso necesita de todos, tanto mayores como pequeños"-, insistió Sofía, pero Don Ricardo solo se dio la vuelta y se marchó.

El día del Congreso llegó, y la plaza estaba decorada con mazorcas y banderines de colores. Todos los anfitriones estaban listos en sus puestos, pero notaron que Don Ricardo no había llegado.

"¿Y si lo invitamos? Tal vez le guste lo que estamos haciendo"-, sugirió Pedro.

"Buena idea, vamos a buscarlo"-, acordó Sofía.

Los niños se acercaron a la granja de Don Ricardo, donde lo encontraron cuidando sus cultivos.

"¡Don Ricardo! Estamos organizando el Congreso del Maíz y nos gustaría que viniera a ver lo que nuestros talleres y todos hemos preparado"-, dijo Sofía con entusiasmo.

"No creo que me interese, pero bueno, si están trabajando tan duro, tal vez debería darles una oportunidad"-, contestó Don Ricardo.

Sorprendidos, los niños guiaron a Don Ricardo hasta la plaza. Cuando llegó, se encontró con una increíble exposición de deliciosos platillos y emocionantes actividades. Sofía, Clara, Martín y Pedro comenzaron a presentar sus talleres.

"¡Aquí tenemos tortillas de maíz que hicimos con nuestras propias manos!"-, exclamó Clara.

"Y también pueden probar el pozole, es una receta familiar"-, añadió Pedro, sonriendo.

Don Ricardo observó lo que sucedía a su alrededor.

"No me imaginaba que los niños pudieran hacer algo tan grande y hermoso..."-, pensó para sí mismo.

Poco a poco, comenzó a sonreír. Se dio cuenta de que los niños no solo estaban aprendiendo, sino que también estaban enseñando a los adultos sobre la importancia de la convivencia y el trabajo en equipo.

"Tal vez yo también podría enseñar un taller de cómo cultivar maíz de la mejor manera..."-, se escuchó una voz al final de la plaza. Era Don Ricardo, que se había animado a participar.

El Congreso del Maíz fue un rotundo éxito. Fueron todos, niños y adultos, quienes se unieron para celebrar el alimento que tanto los unía. Sofía, con una sonrisa radiante, miró a su abuelo con orgullo.

"¿Ves, abuelo? El maíz no solo nos alimenta, nos une como comunidad"-, dijo.

"Así es, Sofía. Has hecho un gran trabajo"-, respondió Don Raúl abrazando a su nieta.

Desde entonces, el Congreso del Maíz no solo fue un evento anual, sino una tradición que hacía que todos se unieran en Celaya para aprender, convivir y celebrar su amor por el maíz, cada vez más fuertes como comunidad.

FIN.

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