El Consentido y la Aventura de los Niños
Había una vez un bosque muy hermoso donde se levantaba esbelto y muy erguido un árbol al que sus compañeros llamaron ¡EL CONSENTIDO! Este árbol era diferente a los demás; siempre tenía las hojas más verdes y brillantes, y su tronco era tan recto que parecía un rey en medio de su reino arbóreo.
Un día, dos niños, Juan y Sofía, decidieron aventurarse hasta el bosque. Desde hacía tiempo los habían escuchado hablar del Consentido y estaban muy emocionados de conocerlo.
-Sofía, ¿crees que realmente el árbol puede hablar? -preguntó Juan con los ojos llenos de curiosidad.
-No lo sé, pero ¡me encantaría que lo hiciera! -respondió Sofía mientras comenzaban su camino.
Cuando llegaron al bosque, se sorprendieron por su belleza y por la cantidad de animales que lo habitaban. Saltarines conejos, aves coloridas y hasta un ciervo que miraba curioso desde la distancia. Finalmente, llegaron hasta el Consentido.
-¡Hola, Consentido! -gritó Juan emocionado.
-¡Hola, pequeños! -respondió el árbol con una voz suave como el viento.
-¡No puedo creer que hable! -exclamó Sofía, su cara iluminada por la sorpresa.
-Por supuesto que puedo hablar. Pero, ¿saben que la verdadera magia de este bosque no soy yo? -dijo el Consentido.
-¿Qué es, entonces? -preguntó Juan, intrigado.
-Es el amor y respeto que todos los seres que viven aquí tienen por la naturaleza. Si cuidan y valoran lo que hay a su alrededor, ¡el bosque florece! -explicó el Consentido.
Los niños escuchaban atentamente cuando de repente, un grupo de animales apareció. Eran los amigos del Consentido, quienes se veían preocupados.
-¿Qué pasa, amigos? -inquirió el Consentido.
-¡El arroyo se ha secado! -dijo el río, que en realidad era un pequeño grupo de peces. -Sin agua, todos estamos en peligro.
Juan y Sofía se miraron. Sabían que tenían que hacer algo.
-¿Y cómo podemos ayudar? -preguntó Sofía al Consentido.
-Pueden comenzar por recoger botellas plásticas y basura del bosque. Eso ayuda a que el agua regrese al arroyo -respondió el Consentido.
Entonces, Juan y Sofía decidieron actuar. Durante horas, recolectaron basura y la llevaron fuera del bosque. Los animales, agradecidos, los ayudaron; los conejos eran rápidos para correr y traían todo lo que encontraban y los pájaros volaban alto, advirtiendo donde había más cosas que debían recoger.
Después de mucho esfuerzo, el lugar estaba limpio. El bosque lucía radiante. Justo cuando creían que todo había terminado, oyeron un suave sonido de agua.
-Mira, ¡el arroyo ha comenzado a fluir otra vez! -gritó Juan emocionado.
¡Los animales estaban alegres! Al caer la tarde, los animales se reunieron en un claro para celebrar.
-Gracias, amigos, por su ayuda. No solo han limpiado el bosque, sino que han demostrado que juntos podemos hacer grandes cosas -dijo el Consentido.
-¡No te olvides de que lo hicimos porque queríamos! -respondió Sofía, sonriendo.
A partir de ese día, Juan y Sofía visitaron al Consentido regularmente, siempre preocupándose por el bienestar del bosque y enseñando a otros niños sobre la importancia de cuidar la naturaleza. Juntos, hicieron del bosque un lugar aún más hermoso, lleno de risas, juegos y respeto.
Y así, el Consentido no solo se convirtió en un amigo de los niños, sino en un símbolo del cuidado por el medio ambiente, mostrando que la verdadera belleza está en respetar y proteger lo que amamos.
FIN.