El consuelo de San Francisco
En un pequeño pueblo llamado Arbolito, vivía un joven llamado Mateo. Mateo era autista y muchas veces la gente no entendía su forma de ser, lo que llevaba a que lo discriminaran y se burlaran de él.
Un día, cansado del dolor en su corazón, Mateo decidió escaparse al bosque para poder orar en paz y pedirle al universo una solución a su tristeza.
Se adentró en el bosque hasta encontrar un claro donde se sentó bajo un árbol y comenzó a hablar en voz baja con las estrellas. De repente, una luz brillante iluminó el claro y apareció San Francisco de Asís, rodeado de animalitos amigables que jugueteaban alegremente a su alrededor.
Mateo abrió los ojos asombrado al ver al santo frente a él. "Hola, querido amigo. Veo que llevas mucho dolor en tu corazón", dijo San Francisco con una sonrisa cálida. Mateo asintió tímidamente, sin entender cómo aquel hombre sabía lo que le pasaba.
"El perdón es la llave que libera nuestro corazón del peso del rencor y la tristeza. Aprender a perdonar nos ayuda a sanar nuestras heridas más profundas", continuó San Francisco.
Mateo escuchaba atentamente cada palabra del santo, sintiendo cómo sus enseñanzas resonaban dentro de él. "A veces las personas nos lastiman sin darse cuenta o porque también tienen heridas en sus corazones.
El perdón no significa olvidar lo que pasó, sino liberarnos del dolor que nos causa recordarlo", explicó San Francisco con dulzura. Mateo reflexionaba sobre las palabras del santo y poco a poco fue sintiendo cómo el peso en su pecho disminuía.
Entendió que perdonar no era fácil, pero era necesario para poder seguir adelante con amor en su corazón. "Gracias por tus enseñanzas, San Francisco. Voy a intentar seguir tu consejo y perdonar a quienes me han lastimado", dijo Mateo con determinación en sus ojos.
San Francisco sonrió orgulloso y acarició la cabeza de Mateo como gesto de apoyo. "Recuerda siempre que el perdón es un regalo para ti mismo antes que para los demás.
Ámate lo suficiente como para dejar ir el dolor y llenar tu vida de amor", concluyó San Francisco antes de desaparecer entre la luz dorada del bosque. Mateo regresó al pueblo con el corazón más liviano y decidido a practicar el perdón en su vida diaria.
Aunque sabía que no sería fácil, tenía la certeza de contar con la guía amorosa de San Francisco cada vez que necesitara recordarlo.
FIN.