El Contador de la Selva



En una selva llena de colores y sonidos, donde los árboles susurraban historias y las flores danzaban al ritmo del viento, llegó un contador llamado Don Pablito. Don Pablito era un pequeño pajarito multicolor con gafas redondas, que había viajado desde muy lejos para ayudar a los animalitos de la selva a llevar la cuenta de sus frutas y verduras.

"¡Hola, amiguitos!" - cantó Don Pablito con su voz melodiosa "Soy Don Pablito, el contador, y vengo a ayudarlos a llevar la cuenta de todas las frutas y verduras que tienen. ¡Así podremos saber con qué contamos y qué necesitamos!"

Los animalitos, curiosos, se reunieron alrededor de él. Había un grupo de simpáticos monos, una elegante serpiente, un astuto zorro y una gran tortuga que se movía lentamente pero muy segura de sí misma.

"¿Por qué necesitamos contar las frutas y verduras?" - preguntó Mono Risueño, desesperado por jugar.

"Porque así podremos asegurarnos de que todos tengan suficiente comida y que no se pierda nada. Además, podríamos hacer un mercado de frutas y verduras donde cada uno pueda intercambiar lo que tiene por lo que necesita. ¡Es una gran idea!" - respondió Don Pablito.

"¡Eso suena divertido!" - exclamó la Tortuga Sabia. "Pero, ¿qué pasa si no hay suficientes bananas?"

Los animales comenzaron a mirar hacia las palmeras, y efectivamente, había muchas de esas amarillitas monedas, pero también parecían escasos otros alimentos.

Don Pablito sacó su lápiz y su libreta, listo para comenzar.

"Bien, empecemos por contar las bananas primero. ¡Son nuestra moneda corriente!" - dijo el contador.

Mientras contaban, un rayo de sol iluminó la selva, revelando un rincón oculto donde crecía una planta de fresas.

"¡Miren eso!" - gritó el Zorro Astuto, que siempre tenía un buen ojo para las cosas ocultas.

Decidieron ir a ver las fresas, y una vez allí, todos se dieron cuenta de que podrían cultivar esas deliciosas frutas e intercambiarlas con las bananas.

"¡Podríamos tener un mercado de fresas y bananas!" - propuso Mono Risueño, saltando de alegría.

Y así fue como Don Pablito registró no solo las bananas, sino también las fresas y otras verduras que decidieron plantar. Cada semana, los animalitos se reunían, traían sus cosechas, contaban sus bananas y decidían qué intercambiar.

Pero un día, un viento fuerte sopló por la selva y derribó muchas palmeras, ¡quedándose sin bananas! Los animales estaban preocupados.

"¿Y ahora cómo haremos nuestro mercado?" - se lamentó la Tortuga Sabia.

"No se preocupen, amigos. La selva es sabia. Podemos hacer un trato. Quizás otros animales de la selva tengan bananas", sugirió Don Pablito con optimismo.

Fue así que decidieron salir en busca de otras comunidades de animales. Se encontraron con ranas, ardillas y hasta un viejo jaguar que, a pesar de ser un depredador, también tenía su campo de frutas.

"Podemos intercambiar verdura y fresas por bananas. ¡Así todos ganamos!" - dijo el jaguar, mostrando su gran corazón.

Con cada nuevo trato, la selva se volvió más rica y colorida. Los animalitos aprendieron que, si colaboraban y se ayudaban entre sí, todos podían tener suficiente alimento.

Al final, no solo llevaron la cuenta de sus frutas y verduras, sino que hicieron amistad con otros animales.

"¡Gracias, Don Pablito, por enseñarnos a trabajar en equipo!" - dijeron todos.

Y así, el pequeño pajarito contador no solo trajo orden, sino también alegría a la selva. Desde ese día, los animalitos contaban con más que bananas; contaban con la amistad, el esfuerzo y el trabajo en equipo.

Al final de cada semana, se reunían en un gran círculo y se aseguraban de que nadie se quedara sin su merecido. ¡Y así, la selva se volvió un lugar aún más especial!"La selva es un lugar donde todos pueden triunfar, siempre que trabajemos juntos" - concluyó Don Pablito mientras daba un último vistazo a su libreta. Y así, el canto de cada uno de los animalitos reverberó por toda la selva, celebrando un nuevo comienzo.

FIN.

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