El Coraje de Leo



Era un hermoso día en el bosque y Leo, un pequeño erizo de suaves espinas, se preparaba para su primer día de clases en la Escuela de Animales de Bosque Alegre. Su mamá le dijo:

"No te preocupes, Leo. ¡Vas a hacer muchos amigos!"

Pero Leo tenía sus dudas. Sus púas lo hacían sentir diferente. Mientras caminaba, veía a todos los otros animales corriendo y jugando, y eso le hacía sentir un nudo en la pancita.

Al llegar a la escuela, se dio cuenta de que los demás animales lo miraban con curiosidad. Había conejitos, ratones, pajaritos y hasta un ciervo elegante. Leo entró al aula y se sentó solo en una esquina.

A medida que transcurrían los días, Leo intentaba unirse a los juegos, pero cada vez que se acercaba, los demás animales se alejaban.

"Tus púas son peligrosas, Leo", dijo un conejito llamado Tito.

"No queremos lastimarnos", agregó una pajarita que volaba cerca.

Leo se sentía triste, pero decidió no rendirse. Un día, mientras los demás estaban en el recreo, vio que Tito había hecho una torre con bloques de madera para jugar. Sin pensarlo dos veces, Leo se acercó y dijo:

"¡Hola! ¿Puedo ayudar?"

Tito miró a Leo y respondió:

"No sé, tus púas pueden romper los bloques."

Leo se sintió aún más triste, pero decidió mostrar lo que sí podía hacer.

Al día siguiente, llevó un par de hojas verdes y un tronco pequeño.

"Miren lo que traje para el juego", exclamó Leo con emoción.

"¿Para qué?" preguntó una ratita llamada Mía.

"Podemos construir una pequeña casa juntos", respondió Leo.

Los animales se miraron entre sí. Tito fue el primero en probar:

"Bueno, podemos intentarlo."

Así que todos comenzaron a trabajar juntos. Leo, con cuidado, utilizó sus púas para sostener las hojas y ayudar a dar forma a la casa. Los otros animales se sorprendieron:

"¡Mirá lo que hace Leo! Su puntería es excelente", gritó Mía emocionada.

De a poco, comenzaron a entender que la diferencia no era un obstáculo, sino una oportunidad. Efectivamente, la casa resultó ser muy bonita y todos estaban disfrutando del juego.

"¡Gracias por ayudarnos, Leo!", dijeron todos al unísono.

Desde ese día, Leo fue parte del grupo. Los demás animales aprendieron a valorar lo especial que era y se dieron cuenta de que las púas de Leo, en vez de ser algo peligroso, le permitían ayudar de formas que ellos nunca habían imaginado.

Leo estaba feliz y comprendió que todos somos especiales a nuestra manera. Al final del año, los animales organizaron una fiesta de fin de curso.

"¡Leo!", llamó Tito. "Queremos que seas el rey del baile. Tu creatividad nos ha inspirado a todos."

Leo se sintió más valioso que nunca. La fiesta fue un éxito. Leo, lleno de confianza, demostró lo que había aprendido y todos los animales bailaron felices en torno a él, celebrando su amistad y la diversidad. En su corazón, Leo comprendió la importancia de ser uno mismo y nunca dejar que los demás te digan que no puedes.

La moraleja de la historia de Leo es que, aunque tengamos diferencias, siempre podemos encontrar maneras de ser parte de algo grande y especial. ¡Y que tener amigos de verdad es el mayor tesoro!

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!