El Coraje de Leo



Había una vez en un colegio primario lleno de risas y juegos, un niño llamado Leo. Leo era un chico especial: le encantaba contar historias sobre animales, jugar con sus legos y tenía una memoria increíble. Pero, como a veces pasa, algunos de sus compañeros no comprendían su manera de ser. Así que, en lugar de crear una amistad, comenzaban a burlarse de él.

Un día, mientras Leo estaba sentado en su rincón favorito del patio, unos chicos se acercaron a él.

"Mirá al rarito, siempre solo con sus juguetes." - dijo Tomás, el más grande de los chicos.

"¿Por qué no te venís a jugar con nosotros?" - agregó Clara, riéndose.

Leo sintió un nudo en la garganta, pero en vez de dejar que eso lo afectara, decidió concentrarse en su juego.

En casa, su mamá, al verlo triste, decidió hablar con él.

"¿Por qué no les cuentas sobre tus historias de animales? Son muy entretenidas. Quizá podrían entenderte mejor." - le sugirió.

Leo pensó que eso podría funcionar. Así que al día siguiente se armó de valor y se acercó a un grupo de niños durante el recreo.

"¡Hola! ¿Quieren escuchar una historia sobre un delfín que viajó por el mundo?" - les dijo con entusiasmo.

Los niños lo miraron con curiosidad, y uno de ellos, Mateo, respondió:

"Dale, contá, queremos escuchar."

Leo comenzó: "Había una vez un delfín llamado Diego que soñaba con explorar el océano. Un día, se encontró con una tortuga que necesitaba ayuda…". Y así fue como Leo cautivó la atención de sus compañeros, quienes comenzaron a escuchar atentos.

Sin embargo, Tomás no estaba contento con que los demás le prestaran atención a Leo. Así que decidió interrumpir:

"¡Bah! La historia es re aburrida. ¿Qué tiene de divertido un delfín?"

Mateo, que había escuchado con interés, respondió:

"¡Es un buen cuento! A mí me gusta mucho. Es diferente, como Leo."

Esto tomó a Leo por sorpresa. Se dio cuenta de que no todos pensaban como Tomás, y que había otros niños dispuestos a entenderlo. Los demás comenzaron a defenderlo:

"A mí también me gusta. ¡Sigue, Leo!" - dijeron los demás.

Un cambio sutil comenzó a notarse entre los amigos de Leo. Cada día más niños se unían a escuchar sus historias, y a jugar con él.

Pero Tomás, frustrado, decidió que tenía que hacer algo para que Leo dejara de ser el centro de atención. Un día, mientras todos estaban en la clase de arte, Tomás ideó un plan.

"Vamos a hacer que Leo se sienta mal, así ya no cuenta más cuentos. Lo vamos a dejar afuera de todos los juegos."

Los chicos se miraron entre sí y decidieron seguirlo, pero Mateo se interpuso:

"Eso no está bien. Leo es divertido, ¿por qué tenemos que hacerle sentir mal?"

Al ver que algunos chicos comenzaban a unirse a Mateo, Tomás se sintió frustrado.

"Pero es raro, no se comporta como nosotros. Eso no está bien."

"¡Sí está bien!" - contestó Clara. "¡Él es especial! Y eso hace que sus historias sean únicas. Deberíamos disfrutarlo, no hacerle daño."

El grupo decidió hacer una reunión y hablar con Leo sobre lo que sentían.

"Leo, nos dimos cuenta que siempre has sido valiente al contar tus historias. Queremos ser tus amigos, ¿te gustaría hacer un club de cuentos?" - le preguntó Mateo emocionado.

Leo sonrió, sintiéndose aliviado por lo que escuchaba.

"¡Claro! Me encantaría compartir más historias. ¿Qué les gustaría escuchar próximo?"

Así nació el Club de Cuentos de Leo. Los días que solía sentirse solo, ahora se llenaron de risas y creatividad. En cada encuentro, los niños exploraban diferentes historias. Tomás, al ver el cambio en el ambiente, sintió que había cometido un error. Un día se acercó a Leo, un poco avergonzado.

"Leo, te pido perdón. No debí burlarme de vos. Me gustaría unirme a tu club, si me aceptás."

Leo, con su corazón generoso, le respondió:

"Claro, Tomás. Todos merecen una segunda oportunidad. ¡Bienvenido al club!"

Así, el grupo no solo se unió a través de las historias, sino que también aprendieron a valorar y aceptar las diferencias de cada uno. Leo nunca se sintió solo otra vez, y su voz inspiró a todos a ser más amables.

Desde entonces, el bullying disminuyó en el colegio, y los niños aprendieron que lo que nos hace diferentes también nos hace especiales. Leo, con su valentía y amor por contar historias, logró convertir sus miedos en fuerzas y enseñó a todos el valor de la amistad y el respeto.

FIN.

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