El Coraje de Lía
En un pequeño pueblo de la costa, vivía una niña llamada Lía. Desde muy chica, Lía había aprendido a amar el mar, la arena y el sol. Cada mañana, mientras el resto del pueblo dormía, ella se despertaba temprano para salir a recorrer la playa. Pero su vida no era tan simple; sus padres tenían una pequeña tienda de recuerdos frente al mar, y a veces, las ventas no eran suficientes para mantener la familia.
Un día, mientras Lía jugaba con sus amigos, se dio cuenta de que la tienda de sus padres estaba cerrada.
"¿Dónde están tus papás, Lía?" - le preguntó su amiga Sofía.
"Creo que fueron a buscar provisiones. La tienda necesita cosas para vender" - respondió Lía, sintiendo un nudo en su estómago.
Esa tarde, decidida a ayudar a sus padres, Lía decidió que, así como la marea traía conchas y tesoros a la playa, ella también podía traer algo bueno. Se acordó de lo que le había enseñado su abuela sobre hacer artesanías con elementos de la playa. Así que fue a buscar conchas, piedras y algas.
Los días pasaron, y Lía trabajó duro creando collares y pulseras. Un día, se acercó a su padre, que se veía cansado, y le dijo:
"¡Papá, mira lo que hice! Estos son mis collares de conchas. ¿Podemos venderlos en la tienda?"
Su papá sonrió y le respondió:
"Claro, Lía. ¡Pero deberías poner un precio justo!"
Al día siguiente, Lía puso su primera mesa frente a la tienda.
"¡Collares de la playa, hechos por Lía!" - gritó con entusiasmo.
Los turistas comenzaron a acercarse, y Lía se sintió orgullosa. Pero después de varias horas de ventas, se dio cuenta de que había algo mal. Un par de chicos comenzaron a burlarse de sus productos.
"¡Esas cosas no sirven para nada!" - dijo uno de ellos, riendo.
Lía sintió que su corazón se rompía, pero en vez de llorar, pensó en lo que su abuela siempre decía: "Las conchas que encuentras a veces tienen el brillo escondido". En ese momento, decidió demostrar que sus collarcitos eran especiales, y el brillo que traía era el amor y el esfuerzo que puso en ellos.
Esa misma noche, se armó de valor. Al día siguiente se presentó en la playa con una idea.
"¡Amigos!" - dijo a sus compañeros "Voy a hacer una competencia de artesanías. Todos pueden participar y mostrar lo que saben hacer así vendemos todos juntos. ¿Qué les parece?"
La propuesta entusiasmó a todos, y el primer lugar tenía como premio una canasta de caramelos y un trofeo, fabricado con las conchas más grandes que se pudieran encontrar. Cada uno de los niños puso su esfuerzo para hacer algo especial. Totalmente motivados, desarrollaron sus talentos para que sus obras fueran expuestas.
El día de la competencia, la playa estaba repleta.
"¡Miren qué lindas cosas hicieron todos!" - exclamó Sofía.
Eran pulseras, trajes para muñecas, y incluso esculturas de arena. Lía explicó cómo hacer un collar a los niños que no sabían. Empezó a contarles a los turistas sobre cada pieza, haciéndolos sentir parte de la historia del lugar.
Al final, el jurado elegido por los veraneantes dio su veredicto. Un chico había hecho una escultura increíble de un pez, pero todos estaban felices, no solo por ganar, sino por la unión que habían creado.
"¡Ganamos juntos! ¡Hicimos más que vender!" - gritó Lía emocionada.
Gracias a la competencia, las ventas533573655 despegaban, y los padres de Lía se sintieron orgullosos. No solo por la cantidad de dinero, sino también por la comunidad que Lía había ayudado a fortalecer.
Con el tiempo, la tienda de los padres de Lía prosperó y se convirtió en un lugar donde cada verano los niños podían mostrar sus talentos.
Lía aprendió que el apoyo mutuo, el trabajo en equipo, y sobre todo, el amor que pones en lo que haces, brilla más que cualquier concha del mar.
Aquel verano la niña, que comenzó enfrentando un desafío, se convirtió en un ejemplo de perseverancia, creatividad y unión en su comunidad.
FIN.