El Coraje de Martín
Había una vez en un pequeño pueblo, un niño llamado Martín. Era un chico muy curioso, pero había algo que lo mantenía alejado de los demás: el miedo a lo desconocido. Cada vez que llegaba el recreo en la escuela, veía a sus compañeros jugar y reír, pero él prefería quedarse sentado solo en un rincón, observando desde lejos.
Un día, mientras todos jugaban, Martín notó algo extraño en la esquina del patio. Era un pequeño bulto detrás de un arbusto. Se trataba de un gato, pero Martín no lo sabía. Su cabeza le decía que debía investigar, pero su corazón le advertía que podía ser peligroso. Finalmente, decidió superar su miedo y se acercó despacio.
- “¡Hola, pequeño! ” - dijo Martín, agachándose con cuidado. El gato se estiró, mostrando su cola, y le miró con curiosidad. Entonces Martín sonrió y se dio cuenta que no era tan aterrador después de todo.
De repente, un grupo de chicos se acercó:
- “¡Mirá, Martín! ¡Estás hablando con un gato! No te animás a jugar con nosotros, ¿verdad? ”
Martín se sintió nervioso, pero decidió que era un buen momento para involucrarse.
- “¿Puedo jugar también? ” - preguntó, sintiendo que su voz temblaba un poco.
Los chicos lo miraron sorprendido. Uno de ellos, llamado Juan, sonrió y dijo:
- “¡Claro! Vení, estamos jugando a la pelota. Después de esto, vamos a hacer una búsqueda del tesoro.”
Martín sintió una mezcla de emoción y miedo, pero recordando al gato que había descubierto, decidió seguir su instinto y unirse al juego.
El tiempo pasó volando. Mientras jugaban a la pelota, Martín comenzó a reirse y a divertirse. Se dio cuenta de que sus compañeros no eran tan malos como había pensado, y que la diversión valía más que su miedo. Después del partido, Juan se acercó y dijo:
- “Che, tenemos que encontrar el tesoro, querés venir con nosotros a buscarlo? ”
Martín dudó, pero recordó al gato y decidió que esta vez no dejaría que el miedo lo dominara.
- “¡Sí! ¡Vamos juntos! ” - respondió entusiasmado.
En la búsqueda del tesoro, los chicos formaron equipos. Martín se unió a Juan y otros dos amigos. Buscaron por todo el patio, levantando piedras y explorando rincones. La alegría y la aventura reemplazaron completamente su miedo, y Martín se sintió parte de un equipo.
Finalmente, tras un rato de búsqueda, Juan gritó:
- “¡Acá está! ¡El tesoro! ”
Martín corrió hacia Juan y cuando llegaron, encontraron una caja llena de caramelos y pequeños juguetes. Todos aplaudieron y celebraron el descubrimiento.
- “¡Lo logramos! ¡Gracias por unirte, Martín! ” - dijo Juan.
Martín sonrió agradecido. En ese momento, entendió que los miedos no desaparecen, pero se pueden vencer si tienes el valor para dar el primer paso. Desde ese día, comenzó a jugar más con sus compañeros, y cada vez que sentía miedo, recordaba el pequeño gato detrás del arbusto.
Así, Martín aprendió que lo desconocido puede ser maravilloso si te atreves a descubrirlo.
El tiempo pasó y Martín se convirtió en uno de los chicos más queridos de su clase, siempre listo para aventuras y nuevas amistades. Cada vez que veía algo nuevo, sonreía y se decía a sí mismo:
- “¡Voy a descubrirlo! ”
Y así, el pequeño Martín, el niño que temía a lo desconocido, se transformó en un valiente soñador.
Fin.
FIN.