El Coraje de Mateo
Había una vez un niño llamado Mateo, que soñaba con ser un gran atleta. Desde muy pequeño, corría por el parque, saltaba en la plaza y lanzaba pelotas con todo su empeño. Su mayor deseo era participar en la gran carrera de la ciudad, donde los mejores deportistas competían por la medalla dorada.
Un día, mientras practicaba, Mateo se encontró con su amigo Simón. Simón era muy bueno en el deporte, pero un poco arrogante.
"¿Qué te pasa, Mateo? Nunca te veo entrenar lo suficiente. ¿Vas a participar en la carrera?" - le preguntó Simón, burlándose.
"Sí, voy a dar lo mejor de mí. Estoy entrenando todos los días" - respondió Mateo con determinación.
La carrera se acercaba y Mateo no solo debía enfrentarse a rivales fuertes, sino también a algunos obstáculos de la vida. Su papá había perdido el trabajo y estaban pasando por momentos difíciles en casa. Para ayudar, Mateo decidió trabajar unos días en la tienda del barrio vendiendo golosinas.
Un día, justo cuando estaba listo para salir a correr, su mamá lo llamó:
"Mateo, ¿podés ayudarme a hacer la compra? Tenemos que conseguir algunas cosas para la casa."
Mateo miró su reloj. Tenía una hora para entrenar antes del gran día.
"Claro, mamá. Luego entrenaré un poco más. ¡Voy enseguida!" - contestó, siempre pensando en ayudar.
Después de hacer las compras y ayudar en casa, cuando Mateo finalmente salió al parque, fue abordado por un grupo de niños que estaban jugando en el césped.
"¡Mateo, ven con nosotros a jugar a la pelota!" - le pidieron entusiasmados.
Mateo dudó, pero recordó que la carrera era en menos de una semana. Así que les dijo:
"No puedo, chicos. Tengo que practicar para la carrera."
Cuando se acercaba el día de la carrera, Mateo empezó a sentir nervios. Estaba preocupado, no solo por competir contra Simón, sino también por las dificultades que había enfrentado en casa.
Finalmente, llegó el día esperado. El estadio estaba lleno de gente y los atletas se preparaban para la gran carrera. Mateo estaba en la línea de salida, notando la mirada desafiante de Simón a su lado.
"No vas a ganar, Mateo. Este es mi año" - dijo Simón, sonriendo con confianza.
Mateo respiró hondo y pensó en todo lo que había superado para llegar hasta allí.
"Solo haré lo mejor que pueda, eso es lo que importa", pensó Mateo.
El sonido del disparo resonó en el aire y comenzaron a correr. Mateo dio lo mejor de sí, recordando todas las horas de entrenamiento y sacrificio. En la mitad de la carrera, sintió que sus piernas estaban cansadas y su mente empezaba a dudar. Sin embargo, una voz en su interior le dijo:
"No te rindas. Cada paso cuenta."
Mateo miró hacia adelante y vio que Simón estaba adelante, pero también notó que otros corredores estaban fatigados. Aceleró un poco, pensando en todo lo que había trabajado para llegar hasta allí.
De repente, en la última vuelta, Simón tropezó y cayó al suelo. La multitud se quedó en silencio.
"¡Vamos, Simón! ¡Levantate!" - gritaron algunos amigos. Mateo, en vez de pasar corriendo, se detuvo y le tendió la mano.
"- ¡Vamos, Simón! No podemos rendirnos!" - dijo Mateo, ayudando a Simón a levantarse.
Simón, sorprendido, miró a Mateo.
"- ¿Por qué me ayudas?" - preguntó, confundido.
"- Porque todos merecemos una oportunidad, incluso si somos rivales. ¡Levantate y sigamos juntos!" - contestó Mateo.
Ambos comenzaron a correr otra vez, y la multitud aplaudía con entusiasmo. A pesar de que Simón había estado en primer lugar, ambos cruzaron la meta juntos, ayudándose mutuamente hasta el final. La emoción era evidente y la gran recompensa fue aprender algo valioso.
Mateo fue el héroe del día. Aunque no ganó la medalla, ganó el respeto de Simón y de todos los que estaban allí. Antes de irse, Simón se acercó a Mateo y le dijo:
"- Gracias, Mateo. Eres más que un competidor. Eres un gran amigo."
"- Y tú también eres un buen atleta, nunca lo olvides. Luchar juntos es lo más importante" - respondió Mateo, sintiendo que había sabido superar los obstáculos con valentía y amistad.
Desde ese día, Mateo y Simón se volvieron grandes amigos, y juntos entrenaron para la próxima carrera, siempre recordando que lo más valioso no era ganar, sino la voluntad de levantarse y seguir adelante.
FIN.