El corazón amable del troll Grunón



Había una vez en un hermoso bosque encantado, donde vivían criaturas de todas las formas y colores. Entre ellos estaban los duendecillos verdes, las hadas brillantes y los gnomos risueños.

Todos convivían en armonía, compartiendo sus aventuras y alegrías. Un día, llegó al bosque un nuevo habitante: el troll Grunón. Era grande, animal y de color gris oscuro, con enormes pies y dientes afilados.

A diferencia de los demás habitantes del bosque, Grunón no sonreía ni jugaba con los demás. Siempre estaba solo, gruñendo y asustando a quienes se acercaban a él. Los duendecillos verdes intentaron acercarse a Grunón para invitarlo a jugar, pero él los espantó con un fuerte rugido.

Las hadas brillantes trataron de enseñarle a volar entre las flores, pero él se negó con brusquedad. Los gnomos risueños intentaron hacerle reír con sus chistes divertidos, pero Grunón solo bufaba molesto.

"¡Qué troll más malhumorado!" -decían los habitantes del bosque entre susurros. Un día, mientras caminaba por el bosque en busca de bayas para su cena solitaria, Grunón escuchó unos sollozos provenientes de detrás de un árbol. Se acercó sigilosamente y descubrió al pequeño unicornio Luna llorando desconsoladamente.

"¿Qué te pasa? ¿Por qué lloras?" -preguntó Grunón con voz ruda pero llena de curiosidad.

Luna levantó la cabeza sorprendida al ver al enorme troll frente a ella, pero decidió contarle lo que le ocurría: había perdido su collar mágico en el río y sin él no podría reunirse con su manada antes del anochecer. Grunón escuchó atentamente la historia de Luna y sintió compasión por ella.

Sin decir una palabra más, se adentró en el río helado y buscó por horas hasta encontrar el collar mágico entre las piedras. Con cuidado se lo devolvió a Luna, quien saltaba emocionada de alegría. "¡Gracias! ¡Eres increíble!" -exclamó Luna abrazando torpemente al troll.

Desde ese día algo cambió en el corazón de Grunón.

Comenzó a ayudar a otros habitantes del bosque sin esperar nada a cambio: reparaba las casitas rotas de los duendecillos verdes, protegía las flores favoritas de las hadas brillantes e inventaba nuevos juegos para divertir a los gnomos risueños. Poco a poco todos fueron descubriendo que detrás del aspecto fiero del troll Grunón se escondía un corazón bondadoso y generoso que solo necesitaba amor y comprensión para brillar como nunca antes lo había hecho.

Y así fue como en aquel hermoso bosque encantado aprendieron que la tolerancia hacia aquellos diferentes a nosotros nos permite descubrir la magia que hay dentro de cada ser vivo sobre la tierra.

FIN.

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