El Corazón Arcoíris de Ana
Ana era una niña de nueve años que vivía en un pequeño pueblo rodeado de montañas y ríos. Su mayor encanto era su corazón, que cambiaba de color según las emociones que sentía. Un día, al despertar, su corazón relucía en un vibrante rojo, demostrando su emoción por el nuevo día.
"¡Hoy es un día perfecto para jugar al aire libre!" pensó Ana, mientras se apresuraba a vestirse y salir a explorar.
Mientras corría por el campo, su corazón se volvió amarillo cuando estaba llena de alegría al ver a sus amigos, Lucas y María.
"- ¡Hola, Ana!" saludaron al unísono.
"- ¡Miren, mi corazón es amarillo!" exclamó Ana, sonriendo.
"- ¡Es hermoso!" dijo Lucas.
"- Me encanta que tu corazón cambie de color" agregó María.
Los tres decidieron hacer una carrera hasta el lago. Pero al llegar, Ana vio que había un grupo de niños un poco más grandes que estaban molestando a un patito que había quedado separado de su madre. Su corazón, por primera vez en el día, se tornó de un triste azul.
"- ¡Eso no está bien!" dijo Ana, con voz firme pero suave. "- ¡Vamos a ayudarlo!"
"- ¿Pero cómo? Son más grandes que nosotros..." dijo Lucas, un poco asustado.
"- ¡No importa! No podemos dejar que lo molesten. Necesitamos ser valientes." respondió Ana.
Entonces, Ana se acercó a los niños mayores y les dijo: "- Chicos, eso no es divertido. El patito está asustado. ¿No creen que deberíamos ayudarlo a encontrar a su mamá?"
Los niños se quedaron callados y se miraron entre sí, pero Ana continuó: "- Todos queremos jugar, pero no a costa de lastimar a alguien más."
Su corazón comenzó a brillar en un cálido naranja, y de repente, los otros niños se sintieron un poco avergonzados.
"- Tienes razón..." dijo uno de ellos. "- No queremos que el patito esté asustado."
Los niños mayores decidieron ayudar, y juntos formaron una cadena, llamando a la mamá patito. Finalmente, ella apareció nadando y el pequeño patito nadó hacia ella, felices y chirriando de alegría.
Ana, al ver el reencuentro, su corazón brilló en verde, símbolo de satisfacción por la bondad que habían hecho juntos.
"- ¡Lo hicimos!" gritó Ana de felicidad.
"- ¡Sí! Eres muy valiente, Ana," dijo María.
"- Y además inspiraste a otros a ser mejores," añadió Lucas.
El resto del día fue una celebración. Ana y sus amigos jugaron, corrieron y rieron, y el corazón de Ana resplandeció en mil colores. Pero al caer la tarde, algo inesperado ocurrió.
Mientras se dirigían a casa, Ana vio a un perro callejero que parecía perdido y triste, y su corazón se tornó amarillo de nuevo por la compasión.
"- ¡Miren ese perrito!" dijo. "- ¡Sigamos a ayudarlo!"
Los amigos se acercaron al perro, y Ana pudo ver en su collar un pequeño nombre: Tobi. Decidieron ofrecerle agua y comida que traían en sus mochilas. El perro movió la cola, agradecido, y lo llevaron con ellos hasta la casa de un vecino que sabía que podía cuidar de él.
"- A veces la valentía se manifiesta también en pequeños actos de bondad," reflexionó Ana mientras el sol se ponía.
"- Sí, y podríamos adoptar a Tobi uno de estos días," dijo Lucas, con entusiasmo.
"- Me gustaría," añadió María.
Ana se sentía llena de felicidad, y cuando llegaron a casa, su corazón brillaba con todos los colores del arcoíris. Entendió que cada emoción, ya sea de alegría, tristeza o compasión, no solo mostraba lo que sentía, sino que también la guiaba a hacer cosas buenas en el mundo.
Esa noche, antes de dormir, Ana sonrió y se dijo a sí misma: "- Siempre estaré abierta a sentir y a actuar ante esos sentimientos, ¡porque eso puede cambiar el mundo, aunque sea un poquito a la vez!"
FIN.