El corazón bondadoso de Jerónimo



Había una vez en un barrio muy tranquilo de Buenos Aires, un niño llamado Jerónimo. Jerónimo era un niño muy travieso, siempre metiéndose en problemas en el colegio y en su casa.

Un día, cansados de sus travesuras, sus padres decidieron sentarse con él y tener una larga charla. "Jerónimo, sabemos que eres un niño bueno en el fondo de tu corazón. Queremos que te portes bien tanto en el colegio como en la casa.

¿Qué te parece si intentamos ser mejores juntos?", le dijo su mamá con una sonrisa amorosa. Jerónimo se quedó pensativo por un momento.

Sabía que a veces se pasaba de la raya con sus travesuras y que lastimaba a las personas que más quería. Decidió hacerle caso a sus padres y empezar a comportarse mejor. Los primeros días fueron difíciles para Jerónimo.

Se encontraba con la tentación de hacer alguna travesura cada vez que veía una oportunidad, pero recordaba las palabras de sus padres y se detenía a pensar antes de actuar. Un día, mientras jugaba en el recreo del colegio, vio a uno de sus compañeros solo y triste sentado en un rincón.

En lugar de seguir jugando con sus amigos, decidió acercarse al niño y preguntarle qué le pasaba. "¿Estás bien? ¿Puedo ayudarte en algo?", le preguntó Jerónimo con amabilidad.

El compañero se sorprendió al ver la preocupación sincera de Jerónimo y empezaron a hablar. Resulta que el niño estaba teniendo problemas familiares y se sentía solo en ese momento. Jerónimo decidió acompañarlo durante el recreo, jugar juntos e incluso invitarlo a formar parte de su grupo de amigos.

Esa tarde al regresar a casa, los padres de Jerónimo notaron algo diferente en él. Estaba radiante, feliz por haber podido ayudar a su compañero y hacerlo sentir mejor.

"¡Jerónimo! Estamos muy orgullosos de ti por cómo te has portado hoy", exclamó su papá emocionado. Desde ese día, Jerónimo siguió esforzándose por ser cada vez mejor persona.

Ayudaba a sus amigos cuando lo necesitaban, era respetuoso con los profesores en el colegio y colaboraba más en las tareas del hogar sin protestar. Con el tiempo, Jerónimo se convirtió no solo en un ejemplo para los demás niños sino también para los adultos. Todos admiraban su cambio positivo y lo apreciaban por ser tan amable y considerado con los demás.

Y así fue como gracias al amor incondicional de sus padres y su propia voluntad de cambiar para ser mejor cada día, Jerónimo demostró que todos tenemos la capacidad dentro nuestro para portarnos bien y hacer del mundo un lugar más amable para vivir.

FIN.

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