El corazón de Celia



Había una vez una niña llamada Celia, quien vivía en el hermoso pueblo de Caracato, en Bolivia. Celia era una niña risueña y llena de energía, siempre encontraba la manera de hacer reír a todos a su alrededor.

Pero un día, algo triste ocurrió en su vida. El papá de Celia enfermó gravemente y no podía trabajar para mantener a su familia.

Esto puso a la pequeña Celia en una situación difícil, ya que ella debía encargarse de los trabajos del campo para salvar su casa y a sus queridos animales de un terrateniente malo que quería desalojarlos.

Celia sabía que tenía que tomar acción para proteger lo más importante en su vida: su hogar y sus animales. Con solo 6 años, se levantaba temprano todas las mañanas y se dirigía al campo con determinación. Un día, mientras cuidaba de las ovejas en el campo, Celia escuchó un ruido extraño proveniente del bosque cercano.

Se acercó sigilosamente y descubrió que había un cachorro abandonado entre los arbustos. El pobre animalito estaba asustado y hambriento. Sin pensarlo dos veces, Celia decidió llevarlo consigo.

Le dio el nombre de Chispas debido a sus brillantes ojos negros como la noche estrellada. Chispas se convirtió rápidamente en el compañero inseparable de Celia mientras realizaba sus tareas diarias en el campo. Juntos pastoreaban las ovejas y cuidaban los cultivos con mucho amor y dedicación.

Un día, cuando estaban regresando a casa, se encontraron con el terrateniente malo y sus hombres. El hombre estaba furioso al ver que Celia seguía luchando por su hogar y sus animales. - ¡Pequeña insolente! -gritó el terrateniente-.

¡No entiendes que esto no te pertenece! Celia, valiente como siempre, se paró frente a él y dijo:- Señor, este es mi hogar y estos son mis animales.

Mi papá está enfermo y no puede trabajar, pero eso no significa que debamos perder todo lo que amamos. No creo en el odio ni en la maldad. Creo en el amor y la compasión. El terrateniente quedó sorprendido por las palabras de Celia.

Nunca antes había escuchado a alguien tan joven hablar con tanta sabiduría. - Niña, tienes razón -dijo finalmente el terrateniente-. Me he comportado mal contigo y tu familia. Prometo dejar de molestarlos y ayudarte a cuidar de esta tierra.

Celia sonrió ampliamente mientras Chispas saltaba emocionado a su lado. A partir de ese día, el terrateniente se convirtió en un aliado para Celia y su familia. Juntos trabajaron duro para mejorar las condiciones del campo y protegerlo de cualquier amenaza externa.

Poco a poco, la comunidad comenzó a mirar con admiración a esa niña risueña que había logrado cambiar la actitud del temible terrateniente. La historia de Celia se volvió famosa en Caracato Bolivia.

Su ejemplo inspiró a otros niños y adultos a creer en el poder del amor sobre el odio. Y así fue como Celia demostró que, sin importar la edad, siempre podemos marcar la diferencia cuando actuamos con valentía y compasión.

Su amor por su hogar y sus animales prevaleció sobre cualquier obstáculo, enseñándonos a todos que el amor puede vencer al odio.

FIN.

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