El Corazón de José Daniel



En un pequeño barrio de Argentina, había un chico llamado José Daniel. Tenía una sonrisa brillante y unos ojos tan curiosos como el cielo en un día despejado. Un día, mientras jugaba con sus amigos en la plaza, se dio cuenta de que sentía algo especial por Diolenys, una niña de rulos dorados y una risa contagiosa que iluminaba cualquier lugar.

José Daniel pensó que sería fácil acercarse a Diolenys, pero en cuanto la vio, se sintió un poco nervioso. Para distraerse un poco, decidió hablar con su mejor amigo, Lucas.

"Lucas, creo que me gusta Diolenys. ¿Qué hago?" - le dijo José Daniel, rascándose la cabeza.

"¡Eso es genial! Solo tenés que ser vos mismo y hablarle. ¡No hay nada que perder!" - le respondió Lucas, dándole un empujón amable.

Con un poco de valentía, José Daniel se acercó a Diolenys. Ella estaba dibujando en su cuaderno. Justo cuando José estaba por hablar, un viento fuerte sopló y voló algunas hojas de papel por el aire.

"¡No!" - gritó Diolenys, tratando de atrapar sus dibujos.

José Daniel no dudó y corrió junto a ella.

"¡Yo te ayudo!" - dijo, mientras ambos comenzaban a recoger las hojas.

Después de un rato, lograron juntar todos los dibujos que estaban dispersos. Diolenys sonrió agradecida.

"¡Gracias, José Daniel! Eres un gran amigo." - exclamó, mientras un pequeño rubor se asomaba en sus mejillas.

Esto llenó de alegría a José Daniel, pero aún no se animaba a confesarle sus sentimientos. Así que, destacando su lado creativo, decidió hacerle un regalo especial: un pequeño álbum donde escribiera historias de aventuras que vivieron juntos.

Un día, mientras estaban en la plaza, decidió mostrarle el álbum. Al abrirlo, Diolenys se emocionó mucho.

"¡José Daniel, esto es increíble! ¡Son nuestras aventuras!" - dijo, mirando el álbum con admiración.

"Sí, pensé que sería un buen recuerdo. Me gustan mucho las aventuras, pero las disfruto aún más cuando estoy con vos" - confesó José Daniel, sintiendo que era el momento adecuado.

Diolenys lo miró con sorpresa y una sonrisa.

"¡Yo también disfruto mucho estar con vos! Me alegra que seas mi amigo."

Sin embargo, justo en ese momento, un grupo de niños comenzó a jugar a la pelota cerca de ellos, buscando hacer una gran jugada. Sin querer, la pelota voló y le dio a José Daniel una patada, haciéndolo caer al suelo. Todos los chicos comenzaron a reír, y eso hizo que Diolenys empezara a sonreír.

"¡No te preocupes, José Daniel! Estás bien, ¿verdad?" - gritaron, todavíariendo los ojos por las risas.

Con un rayo de humor, José Daniel se levantó, finge exageradamente una mueca y dijo:

"Como un guerrero caído en batalla. ¡Pero sigo en pie!" - lo dijo en tono de broma, lo que hizo reír incluso a Diolenys.

Ese momento rompió el hielo y, en medio de las risas, José Daniel sintió que se podía dejar llevar.

"Diolenys, creo que tengo que decirte algo..." - comenzó a decir, pero, de repente, otro niño del grupo les hizo un llamado.

"¡Vengan, gente! ¡Vamos a jugar a la pelota!" - gritó.

Ambos se miraron, y, aunque José Daniel sentía que había perdido su oportunidad, decidió entrar al juego.

Jugando al fútbol, cada gol que marcaban los hacía reír y unirse más. Después de un rato, cuando la tarde estaba por despedirse, se sentaron en la plaza, exhaustos pero felices.

"La pasé genial hoy" - dijo Diolenys.

"Sí, fue un gran rato. Pero, ¿sabés qué? Me gustaría hacer algo más especial." - José Daniel, tomando un profundo respiro, finalmente se armó de valor.

"Diolenys, me gustas mucho. Me encanta pasar tiempo contigo. ¿Querrías que fuéramos más que amigos?" - lo terminó diciendo, con nerviosismo.

Diolenys se quedó un momento en silencio, mirándolo con los ojos muy abiertos. Luego, una sonrisa brillante apareció en su rostro.

"¡A mí también me gustas, José Daniel! Me encanta tu forma de ser y cómo siempre tratas de ayudar a los demás. Me gustaría ser tu novia." - respondió, haciendo que el corazón de José Daniel latiera más rápido.

Los dos se sonrieron, sintiendo que su amistad había crecido en algo mucho más hermoso. No necesitaban hacer grandes gestos para demostrar el cariño que sentían. Desde ese día, sus noches estaban llenas de aventuras, juegos, risas y, sobre todo, mucha amistad.

La historia de José Daniel y Diolenys nos enseña que ser auténtico y valiente puede abrir puertas a nuevas relaciones. No importa si somos amigos o algo más, lo importante es valorar ese lazo especial que podemos hacer con quienes nos rodean, siempre desde el respeto y la sinceridad. Así es como las mejores historias se construyen, llenas de amor y alegría.

FIN.

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