El Corazón de la Bestia



Había una vez, en un bosque encantado, una niña llamada Sofía. Era conocida por su dulce sonrisa y su gran corazón. Sofía vivía cerca de un castillo donde habitaba una bestia temida por todos. Sin embargo, ella decidió que no quería que la bestia fuera sola, así que un día se acercó al castillo.

- ¡Hola! - dijo Sofía con voz amable.

- ¿Qué quieres? - gruñó la bestia, sorprendida por la visita. Pero, a pesar de sus modos rudos, algo en la dulce voz de Sofía hizo que se detuviera.

Sofía no se asustó. Ella le ofreció su amistad y comenzó a visitarlo todos los días, llenando el castillo con sus risas y cuentos.

- ¡Mirá lo que traje! - anunció Sofía un día, mostrando a la bestia un hermoso libro de relatos de aventuras.

- ¿Te gusta leer? - la bestia preguntó, aún algo escéptico pero intrigado.

- ¡Sí! Y quiero que lo leamos juntos. - Sofía sonrió, y la bestia sintió algo cálido en su interior.

Con el tiempo, la bestia comenzó a abrir su corazón a Sofía. Sin embargo, a veces, no sabía cómo reaccionar ante su amor y su bondad. En lugar de corresponderle con la misma ternura, a veces se volvía brusco y hacía cosas que lastimaban a Sofía.

- ¡¿Por qué siempre haces esto? ! - le reclamó una tarde, tras un comentario hiriente.

- ¡No sé cómo manejar lo que siento! - respondió la bestia, sintiéndose perdida.

A pesar de las tensiones, Sofía seguía regresando al castillo, siempre dispuesta a perdonar. Pero una tarde, tras una discusión fuerte, la niña se marchó con lágrimas en los ojos.

- ¡Te lo voy a decir una vez más! No puedo seguir así. - gritó, mientras la bestia la miraba con tristeza.

- Sofía, no te vayas, por favor. - rogó la bestia, pero ella ya estaba demasiado herida.

Días pasaron y la bestia se dio cuenta de que había perdido a alguien verdaderamente especial. Se sintió solo y arrepentido. En sus momentos de reflexión, entendió que había lastimado a Sofía al no saber cómo expresar su cariño.

Un día, decidió que debía buscar a la niña y pedirle disculpas. Salió del castillo y caminó por el bosque, llamando a Sofía.

- ¡Sofía! - gritó con todas sus fuerzas.

Finalmente, la encontró sentada bajo un árbol, con un rostro triste. La bestia se acercó lentamente.

- Sofía, lo siento. No sabía cómo manejar lo que sentía y te lastimé. - la bestia se disculpó sinceramente.

Sofía levantó la vista, sorprendida, pero aún dolida. - Siempre te he querido, pero tu actitud me ha lastimado. - dijo en un susurro.

La bestia dio un paso más cerca, decidido a demostrar su cambio. - ¡Quiero aprender a ser mejor! Permíteme mostrarte cuánto te valoro. - pidió con una voz suave.

Sofía sonrió tímidamente. - Si realmente quieres cambiar, entonces podemos intentarlo.

Así, poco a poco, la bestia se esforzó por ser más amable y atento. Aprendió a escuchar y a entender los sentimientos de Sofía. El camino no fue fácil, hubo momentos difíciles, pero juntos lograron superar muchas barreras.

Con el tiempo, el amor entre Sofía y la bestia se hizo más fuerte. Sofía vio los cambios reales en la bestia y comprendió que la transformación era posible. La bestia también aprendió la importancia de ser tierno y respetuoso.

- Gracias, Sofía, por darme otra oportunidad. - dijo la bestia un día, mirando a los ojos de la niña.

- Siempre creí que había bondad en vos. - respondió la pequeña, sintiendo el amor renacer en su corazón.

Desde aquel día, el castillo ya no fue un lugar temido, sino un hogar lleno de risas, aventuras y amor. Sofía y la bestia mostraron que, a veces, el camino del entendimiento y el amor propio puede cambiar nuestros corazones, por muy oscuros que hayan sido. Y así, juntos, vivieron felices, enseñando a otros que el amor puede sanar heridas y transformar corazones.

FIN.

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