El corazón de la sirvienta y el rey



En un reino lejano, había una sirvienta llamada Clara que trabajaba en el hermoso castillo del rey Fernando. Clara era conocida por su amabilidad y su risa contagiosa. A pesar de ser una simple sirvienta, su corazón albergaba sueños grandes. Un día, mientras organizaba una fiesta en el castillo, Clara se encontró con el rey, quien estaba preocupado por la organización del evento.

"¡Hola, su majestad!" - saludó Clara, con una sonrisa brillante.

"¡Hola, Clara! ¿Has visto dónde guardan las decoraciones de la fiesta?" - preguntó el rey, con un suspiro.

Clara se acercó y le dijo:

"Las decoraciones están en el salón de los espejos, yo puedo ayudarte a buscarlas."

El rey, sorprendido por la disposición de Clara, aceptó su oferta. Mientras trabajaban juntos, compartieron risas y divertidas anécdotas sobre los nobles del castillo. Con cada palabra, Clara sentía que su corazón se llenaba de una dulzura indescriptible.

A medida que pasaba el tiempo, las visitas del rey a Clara se hicieron más frecuentes, ya no solo por las fiestas, sino porque él disfrutaba de su compañía.

"¿Por qué eres tan feliz todo el tiempo, Clara?" - le preguntó un día.

"Porque siempre trato de ver lo bonito en todo, su majestad. Creo que la felicidad está en lo simple."

El rey decidió que quería aprender de esa felicidad, así que le pidió a Clara que lo ayudara a organizar actividades para los aldeanos, para conocer mejor a su pueblo.

"Tienes razón, Clara. Ser rey es más que gobernar. Necesito conectar con mi gente."

Así fue como Clara se convirtió en la más cercana consejera del rey. Juntos, organizaron festivales y competencias, lo que les permitió ver a todos en su reino sonreír. El rey, cada vez más enamorado de la vida que Clara reflejaba, sentía que su corazón latía con más fuerza.

Pero, un día, una noble del reino llegó al castillo, y sus intenciones eran bastante claras: tenía planes de casarse con el rey. Clara, al ver que el rey podía estar distrayéndose con la nobleza, se sintió triste.

"¿Acaso olvidaste lo que construimos juntos?" - le preguntó Clara en un momento de inseguridad.

"¡Nunca, Clara! Tú eres quien iluminó mi vida, pero debo hacer lo que el reino espera de mí."

Clara sintió que su sueño estaba desmoronándose, y decidió alejarse. Sin embargo, el rey no podía dejar que su corazón se rompiera tan fácilmente. Se dio cuenta de que la felicidad que Clara le brindaba era más valiosa que cualquier alianza de poder.

Así, decidió organizar un gran baile en el castillo, pero esta vez, el rey solo invitaría a sus amigos más cercanos, entre los que se encontraba Clara.

Esa noche, el salón brillaba con luces y risas. El rey se acercó a Clara.

"Clara, quiero hablarte."

"¿Sobre qué, su majestad?" - respondió ella, tratando de no dejar ver la tristeza en su corazón.

"Sobre lo que somos. No necesito una reina que sea noble de nacimiento. Necesito a una reina que sepa amar a su pueblo y que ilumine mi vida. Quiero que seas tú quien esté a mi lado."

Clara se sorprendió, sus ojos brillaron con lágrimas de felicidad.

"¿De verdad lo dices?"

"Por supuesto, Clara. Juntos podemos construir un reino feliz."

Desde ese día, Clara se convirtió en la reina del reino, no por su nacimiento noble, sino por el amor y la felicidad que traía consigo. Juntos, el rey y Clara continuaron trabajando para que el reino prosperara y para que cada rincón estuviera lleno de sonrisas.

El rey siempre recordaba lo más importante que había aprendido de su sirvienta: "La felicidad se encuentra en lo simple, y en el amor verdadero." Y así, Clara y Fernando vivieron felices, mostrando a todos que el amor no tiene límites, y que de los corazones humildes pueden surgir los sueños más grandes.

FIN.

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