El Corazón de Liz



Había una vez, en un pequeño pueblo rodeado de montañas, una niña llamada Liz. Liz era conocida por su risa contagiosa y su amor por la naturaleza. Pasaba horas explorando los bosques, observando a los pájaros y recolectando flores. Un día, mientras caminaba por el claro del bosque, se encontró con un chico llamado Tomás.

"Hola, ¿quién sos?" - preguntó Liz, curiosa.

"Soy Tomás, me mudé hace poco a este pueblo. Me encanta explorar tanto como a vos" - respondió el chico.

Desde ese día, Liz y Tomás se convirtieron en grandes amigos. Juntos, exploraban el bosque, construían cabañas de barro y recogían frutas silvestres. A medida que pasaba el tiempo, Liz empezó a sentir algo especial por Tomás, algo que nunca había sentido antes.

Un día, mientras estaban sentados en una roca mirando el atardecer, Liz reunió el valor para decirle lo que sentía.

"Tomás, creo que me estoy enamorando de vos" - dijo con un tono nervioso.

Tomás sonrió, pero algo cambió en su expresión.

"Liz, sos una amiga increíble, pero yo... no estoy listo para eso" - respondió con dulzura.

Liz sintió que su corazón se rompía en mil pedazos. El rechazo fue doloroso, y le costó un tiempo volver a sentirse feliz. Sin embargo, recordó lo que su abuela siempre le decía: "El amor verdadero no se encuentra, se construye".

Decidió que, aunque su corazón estaba lastimado, no dejaría que eso la detuviera. Siguió explorando el bosque, disfrutando del aire fresco y la naturaleza. Con el tiempo, se dio cuenta de que su amor por Tomás no era sólo un capricho, era una parte de su vida. Pero también había otras cosas que le traían alegría.

Un día, mientras estaba en el río, se encontró con otros chicos del pueblo. Se unió a ellos y, entre risas y juegos, se redescubrió nuevamente. Comenzó a hacer nuevas amistades, a explorar nuevos pasatiempos y a disfrutar del presente.

No pasó mucho tiempo antes de que Liz y Tomás comenzaran a charlar una vez más, pero esta vez, de una manera más ligera.

"¿Te gustaría hacer una carrera hasta el árbol grande?" - le propuso Tomás.

"¡Sí, pero voy a ganar!" - respondió Liz emocionada.

Ambos corrieron y se rieron, sintiendo la complicidad de la amistad. Con cada encuentro, se dieron cuenta de lo importante que era tenerse el uno al otro, incluso si no estaban en la misma página sobre el amor romántico. Para Liz, esto fue un gran giro en la historia; entendió que la amistad también era valiosa y necesaria.

Con el tiempo, el amor de Liz por Tomás se transformó en una hermosa complicidad. Y aunque nunca fueron más que amigos, Liz aprendió que el amor puede tomar muchas formas. Vivieron muchas aventuras juntos, apoyándose en sus sueños y acompañándose en sus alegrías y tristezas.

Un día, mientras caminaban, Tomás le dijo:

"Liz, aunque no esté listo para un romance, siempre voy a estar agradecido de tenerte en mi vida. Sos una gran amiga".

Liz sonrió, dándose cuenta de que, a veces, el amor verdadero no es el que soñamos, sino el que construimos con aquellos que nos rodean.

Así, Liz siguió explorando y creando recuerdos junto a sus amigos, dándose cuenta de que cada experiencia la hacía más fuerte y más feliz. Con cada aventura, su corazón se llenaba de amor, no solo por Tomás, sino por todos los que compartían su camino.

Y así, Liz aprendió que enamorarse no siempre es como en los cuentos de hadas, pero puede ser igual de hermoso. Porque el amor está en cada amistad, en cada risa y en cada momento compartido. Y eso, sin dudas, es lo que realmente importa en la vida.

FIN.

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