El corazón de Lucas


Había una vez en un lejano pueblo llamado Aldebarán, un corazón roto que vivía en el cuerpo de Lucas, un niño de ocho años.

Desde que el abuelo de Lucas falleció, su corazón se había llenado de tristeza y dolor, haciendo que se sintiera solo y desanimado la mayor parte del tiempo.

Un día soleado, mientras paseaba por el parque del pueblo con su mejor amigo Tomás, Lucas notó a una anciana sentada en un banco con una expresión triste en su rostro. Se acercó a ella y le preguntó qué le pasaba. La anciana suspiró y le contó que también tenía el corazón roto porque extrañaba mucho a su esposo que había fallecido hacía algunos años.

Lucas sintió empatía por la anciana y decidió ayudarla a sanar su corazón roto.

Recordando las palabras sabias de su abuelo, le propuso un plan: "¿Qué tal si buscamos cosas bonitas para recordar a tu esposo? Seguro así tu corazón se sentirá más tranquilo". La anciana asintió con una sonrisa agradecida y juntos empezaron a buscar recuerdos especiales en el parque.

Encontraron una flor favorita del esposo de la anciana, una piedra brillante que simbolizaba su amor eterno y hasta una mariposa que revoloteaba cerca de ellos como si fuera un mensaje del cielo. Con cada objeto encontrado, la anciana parecía más reconfortada y serena.

De repente, mientras seguían buscando tesoros escondidos entre los árboles del parque, escucharon unos sollozos provenientes de detrás de unos arbustos. Intrigados, se acercaron con cuidado y descubrieron a Martina, una niña traviesa pero dulce del barrio.

Tenía los ojos llorosos y confesó entre sollozos que se sentía muy sola desde que su mejor amiga se mudó. Lucas miró a la anciana con complicidad y juntos idearon un nuevo plan para ayudar a Martina.

Decidieron organizar un picnic sorpresa en el parque al día siguiente e invitar a todos los vecinos del pueblo. Querían demostrarle a Martina que nunca estaba realmente sola; siempre habría personas dispuestas a acompañarla y hacerla sentir querida.

Al día siguiente, el parque se llenó de risas, juegos y comida compartida entre vecinos de todas las edades. Martina no podía creer la sorpresa tan hermosa que le habían preparado Lucas y la anciana. Se dio cuenta de cuánto cariño tenía a su alrededor aunque su amiga ya no estuviera físicamente cerca.

"Gracias por hacerme sentir tan especial", dijo Martina entre lágrimas de felicidad. "Recuerda siempre esto: nunca estás sola cuando tienes amigos cerca", respondió Lucas con una sonrisa radiante. La tarde transcurrió llena de alegría y complicidad entre vecinos nuevos y antiguos.

El corazón roto tanto de la anciana como el de Lucas comenzaban lentamente a sanar gracias al poderoso remedio del amor compartido entre amigos.

Desde ese día, Lucas aprendió que incluso cuando nuestro corazón está roto por alguna razón u otra siempre hay esperanza en forma de personas dispuestas a ofrecer amor incondicional para ayudarnos sanarlo poco a poco. "

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