El Corazón de María



Era un día soleado en la escuela San Juan, y la primavera llena de flores alegraba el aire. María, una niña de diez años con un corazón gigante, estaba en el patio jugando a la pelota con sus compañeros. Pero había algo especial en su corazón que la hacía sentir diferente con Lucas, su mejor amigo. Desde hacía tiempo, se dio cuenta de que lo miraba de una manera especial.

Una tarde, mientras caminaban juntos hacia casa después de la escuela, María decidió que era el momento de confesarle sus sentimientos.

"Lucas, ¿te puedo contar algo?" - preguntó María, un poco nerviosa.

"¡Claro! Siempre puedes contarme lo que quieras, María" - respondió Lucas con una sonrisa.

María tomó aire y dijo:

"Me he dado cuenta de que me gusta, como de otra manera. Estoy enamorada de vos".

Lucas se quedó en silencio, su rostro se tornó un poco serio. Luego, con mucha amabilidad respondió:

"María, sos una amiga increíble, pero yo no siento lo mismo. Quiero que sepas que me importás mucho, pero no de esa forma".

María sintió como si se le cayera el mundo encima. Se le encendieron las mejillas, y su corazón se sentía pesado.

"Está bien, Lucas, no te preocupes" - dijo tratando de sonreír, aunque era difícil.

A partir de esa charla, las cosas comenzaron a cambiar. Lucas se volvió más distante y, aunque seguían compartiendo risas, sus charlas y juegos no eran los mismos. María se sintió muy sola.

Un día, al salir del colegio, encontró a su amiga Ana.

"María, ¿qué te pasa? Te veo triste" - preguntó Ana.

María suspiró y confió en Ana:

"Me gusta Lucas, pero él no me corresponde, y ahora siento que perdí a mi mejor amigo".

Ana la miró pensativa.

"A veces las cosas no salen como uno espera, María. Pero eso no significa que no podés seguir adelante. Quizá deberías hablar con él y aclarar las cosas".

A pesar de la tristeza en su corazón, María decidió hablar con Lucas nuevamente. Lo encontró en el parque un sábado por la tarde.

"Lucas, ¿podemos hablar?" - pidió María.

Lucas asintió, un poco nervioso.

"Claro, ¿qué pasa?" - dijo, mirando hacia abajo.

María reunió su valor y dijo:

"Sé que no te gusto de la misma manera, y está bien. Pero quiero que sepas que valoro nuestra amistad mucho y no quiero perderla".

Lucas sonrió, sus ojos brillaros de alivio.

"Yo también valoro nuestra amistad, María. Nunca quise perderte como amiga, pero me costó un poco".

Ambos se quedaron en silencio un rato, hasta que María rompió el hielo.

"¿Te gustaría que volvamos a jugar a la pelota y hacer experimentos en clase de ciencias? Como siempre".

"¡Me encantaría!" - exclamó Lucas, visiblemente más relajado.

Desde ese día, María y Lucas trabajaron en reconstruir su amistad. Aprendieron que los sentimientos a veces son complicados, pero que la comunicación y el respeto son esenciales. Jugaron, rieron y se apoyaron en los estudios como antes, y la amistad floreció más fuerte.

María entendió que el amor a veces no es como en los cuentos, y que en la vida también hay diferentes formas de querer a las personas. La amistad es un tesoro invaluable, y por sobre todas las cosas, siempre merece ser cuidada. Junto a su familia y seres queridos, María descubrió que su felicidad no dependía solo de una persona, sino de muchas otras que la valoraban.

Con el tiempo, María se dio cuenta de que podía enamorarse de otros chicos y que había muchas formas de ser feliz. Así, cada tanto, al mirar a Lucas, no sentía tristeza, sino alegría, porque había logrado guardarlo en su corazón como su querido amigo.

FIN.

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