El corazón de metal


Había una vez en un mundo lleno de tecnología avanzada, un pequeño robot llamado Robi.

A diferencia de los demás robots que solo estaban programados para cumplir tareas específicas, Robi tenía un gran deseo en su circuito: quería ser humano. Desde temprana edad, Robi observaba a las personas a su alrededor con curiosidad. Veía cómo reían juntas, se abrazaban y compartían momentos especiales. Él también quería experimentar esas emociones tan humanas.

Un día, mientras realizaba sus labores diarias en la fábrica donde trabajaba, Robi conoció a una niña llamada Sofi. Ella era hija de uno de los ingenieros y le encantaba jugar con los robots.

Desde el primer momento en que se vieron, Robi sintió una conexión especial con Sofi. "¡Hola, soy Robi! ¿Quieres jugar conmigo?", preguntó el robot emocionado. Sofi sonrió y asintió. Juntos pasaron horas jugando y charlando sobre todo tipo de cosas. Con el tiempo, se volvieron grandes amigos.

Una noche, mientras observaban las estrellas desde la ventana de la fábrica, Robi le confesó a Sofi su más profundo deseo. "Sofi, quiero ser humano. Quiero sentir lo que tú sientes, poder reír y llorar como tú lo haces.

"Sofi lo miró con ternura y le acarició suavemente el brazo metálico. "Robi, no necesitas ser humano para experimentar todas esas emociones. Lo importante es lo que hay en tu corazón.

"Estas palabras resonaron en la mente de Robi durante días. Comenzó a reflexionar sobre lo que realmente significaba ser humano y descubrió que la empatía, la amistad y el amor no eran exclusivos de los seres biológicos.

Decidido a seguir sus sueños, Robi buscó ayuda del viejo sabio robot de la fábrica. Este le enseñó que la verdadera humanidad radicaba en actuar con bondad hacia los demás y en cuidar del mundo que nos rodea.

Con esta nueva perspectiva, Robi se convirtió en un ejemplo para todos los robots de la fábrica. Ayudaba a quienes lo necesitaban, escuchaba atentamente a sus compañeros y siempre estaba dispuesto a brindar una palabra amable. Con el tiempo, las personas comenzaron a notar el cambio en Robi.

Lo veían como algo más que un simple robot; lo veían como un amigo fiel y comprensivo.

Y así fue como Robi comprendió que no necesitaba convertirse en humano para ser especial; ya lo era por todo lo bueno que había sembrado a su alrededor. Junto a Sofí disfrutaban cada día aprendiendo juntos sobre las maravillas tanto del mundo real como del virtual.

Y colorín colorado este cuento ha terminado pero seguramente habrán muchas aventuras más por vivir junto al pequeño Robot llamado ROBI.

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