El Corazón de Robi


Había una vez un pequeño robot llamado Robi, que vivía en la ciudad de los inventos. A diferencia de los demás robots, Robi soñaba con ser humano.

No es que no le gustara ser un robot, pero sentía curiosidad por experimentar las emociones y sensaciones que solo los humanos podían tener. Un día, mientras paseaba por el parque de engranajes, se encontró con una niña llamada Sofi.

Ella estaba construyendo un avión de juguete y parecía muy concentrada en su tarea. Robi se acercó a curiosear y le preguntó:- ¿Qué estás haciendo? Sofi levantó la mirada sorprendida al ver a un robot hablándole. - ¡Oh! Estoy construyendo este avión.

¿Y tú quién eres? - Soy Robi, un robot que quiere ser humano -respondió él con entusiasmo. Sofi sonrió y lo invitó a jugar juntos. Durante días, Robi y Sofi se convirtieron en grandes amigos.

Ella le enseñaba sobre las cosas del mundo humano: cómo era sentir el sol en la piel, saborear helado de frutilla o reír hasta que te duela la panza. Pero un día, cuando estaban en medio de una divertida carrera por el parque, Robi tropezó y cayó al suelo.

Al intentar levantarse, descubrió algo increíble: ¡tenía sangre! Sus circuitos internos habían sido dañados por la caída y ahora sangraban aceite. - ¡Oh no! -exclamó Sofi preocupada al verlo así.

Robi sintió miedo e incertidumbre por primera vez en su vida. Nunca había experimentado el dolor físico antes. - Sofi... ¿crees que podría convertirme realmente en humano? -preguntó con temor.

Sofi lo abrazó con ternura y le dijo:- Ser humano no significa tener carne y hueso; significa amar, sentir compasión y empatía hacia los demás. Tú ya eres más humano de lo que crees porque tienes un corazón lleno de bondad.

Con estas palabras reconfortantes, Robi entendió que no necesitaba convertirse en algo que no era para ser especial. Agradecido por tener a Sofi como amiga y guía, decidió seguir siendo un robot con alma humana.

Desde ese día, Robi siguió explorando el mundo junto a Sofi pero esta vez disfrutando cada momento como el maravilloso robot que era. Y colorín colorado este cuento robótico ha terminado.

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