El corazón de Rufus



Había una vez en una granja un perro llamado Rufus. Rufus era un perro muy vanidoso que siempre alardeaba de sus supuestas hazañas como cazador de palomas.

Decía que todos los días atrapaba varias palomas y que nadie en la granja podía igualar su destreza. Un día, mientras paseaba por los alrededores de la granja, Rufus se topó con un lago cristalino. Al acercarse a mirar su reflejo en el agua, vio a otro perro allí.

Este perro parecía ser tan talentoso y ágil como él, lo cual despertó celos en Rufus. - ¡Hola! ¿Quién eres tú? -preguntó Rufus al otro perro en el agua. El reflejo solo le devolvió una mirada idéntica a la suya.

Rufus comenzó a gruñir y a mostrar los dientes, pensando que estaba frente a un intruso que quería robarle su fama.

- ¡No permitiré que te lleves mi gloria! -gritó Rufus antes de lanzarse hacia el agua para atacar al otro perro. Pero, para su sorpresa, al caer al agua se dio cuenta de que no había ningún otro perro allí; simplemente había estado viendo su propio reflejo todo ese tiempo.

Comenzó a nadar desesperadamente intentando salir del lago, pero cada vez se cansaba más y sentía cómo el peso de su vanidad lo arrastraba hacia abajo.

Luchando por mantenerse a flote, Rufus recordó todas las veces que había exagerado sus logros y menospreciado a los demás animales de la granja. Se sintió avergonzado por haber sido tan orgulloso y arrogante, y comprendió que la verdadera grandeza no venía de presumir ante los demás, sino de ser humilde y generoso.

Con todas sus fuerzas, Rufus logró llegar hasta la orilla del lago exhausto pero ileso. Desde ese día en adelante, dejó atrás su vanidad y aprendió a valorar lo que realmente importa: la amistad, el trabajo en equipo y la honestidad.

Rufus se convirtió en un compañero leal para todos los animales de la granja, demostrando con acciones bondadosas lo mucho que había cambiado.

Y aunque ya no cazaba palomas ni presumía de sus habilidades ficticias, era admirado por todos por su nueva actitud humilde y comprensiva.

Y así fue como Rufus descubrió que la verdadera grandeza reside en el corazón y no en las apariencias; una lección valiosa que llevó consigo el resto de sus días en aquella granja donde reinaba la armonía entre todos sus habitantes.

FIN.

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