El corazón de un médico


Anderson era un joven muy aplicado en sus estudios de Medicina. Pasaba largas horas en la biblioteca, leyendo y aprendiendo todo lo que podía sobre anatomía, fisiología y patologías. Pero Anderson no solo se preocupaba por su formación académica.

También tenía una rutina diaria de ejercicios físicos y meditación para mantenerse equilibrado física y mentalmente. Un día, mientras caminaba por el parque después de hacer ejercicio, vio a un niño llorando desconsoladamente en un banco.

Anderson se acercó con curiosidad y preguntó:- ¿Qué te pasa, pequeño? El niño levantó la cabeza y miró a Anderson con los ojos llenos de lágrimas. - Me duele mucho el estómago - dijo sollozando -.

Mi mamá dice que es porque comí demasiados dulces ayer. Anderson se sentó junto al niño y le puso una mano en el hombro. - Tranquilo, amigo. Yo soy estudiante de Medicina. Tal vez pueda ayudarte. El niño levantó la vista con esperanza.

Anderson examinó al niño cuidadosamente y descubrió que tenía apendicitis aguda. Rápidamente llamó a una ambulancia para llevarlo al hospital más cercano donde fue operado exitosamente. Después del incidente, Anderson sintió una gran satisfacción por haber ayudado al pequeño.

Se dio cuenta de que su pasión por la medicina no solo estaba impulsada por su amor por la ciencia sino también porque quería ayudar a las personas enfermas o necesitadas.

Desde entonces, Anderson comenzó a buscar oportunidades para ofrecer sus conocimientos y habilidades a quienes lo necesitaban. Se unió a organizaciones sin fines de lucro que brindaban atención médica gratuita en comunidades marginadas y se ofreció como voluntario en campañas de vacunación.

A medida que Anderson ayudaba más y más personas, su pasión por la medicina crecía cada vez más fuerte. Sabía que aún tenía mucho por aprender pero estaba seguro de que algún día se convertiría en el gran médico que siempre había soñado ser.

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