El Corazón del Bosque



Había una vez, en un pintoresco pueblo argentino, un mágico bosque que se extendía más allá de lo que el ojo podía ver. Los pueblerinos contaban historias sobre un maravilloso árbol en el corazón del bosque que concedía deseos, pero solo a aquellos que mostraban valentía.

Una mañana, Valentina, una niña de diez años con un espíritu aventurero, decidió que era hora de descubrir la verdad sobre el bosque mágico. "¡Hoy será el día!"-, se dijo, mientras se ataba sus zapatillas y se ponía su gorra favorita. Su madre siempre le decía que ese bosque estaba lleno de sorpresas, pero también de peligros. Sin embargo, Valentina jamás había sido de rendirse fácilmente.

Al internarse en el bosque, todo parecía ir bien. Los pájaros cantaban alegres, la luz del sol se filtraba a través de las hojas verdes y un suave viento acariciaba su rostro. Pero, a medida que avanzaba, comenzó a escuchar un extraño sonido. Era como un gemido distante. "¿Qué será eso?"-, pensó Valentina, sintiendo curiosidad.

Siguiendo el sonido, llegó a un pequeño claro donde encontró a un zorro atrapado en una trampa. Su patita estaba lastimada y lo miraba con ojos tristes. "¡Ayuda!"-, dijo el zorro, "Me duele mucho y no puedo salir de aquí"-. Valentina se acercó con cautela. "No te preocupes, voy a ayudarte"-, prometió. Utilizando una piedra afilada que encontró cerca, la niña logró abrir la trampa y liberar al zorro.

"¡Gracias!"-, exclamó el zorro, moviendo su cola con alegría. "Soy Zafiro, el guardián del bosque. Por tu valentía, te prometo que tendrás un deseo"-. Valentina, sorprendida, no sabía qué pedir. "¿De verdad?"-, preguntó.

"Sí, pero debes usarlo sabiamente"-, advirtió Zafiro. "Nunca olvides que la verdadera valentía se trata de hacer lo correcto, no de tener miedo"-. Valentina pensó en su deseo. Quería que todos en su pueblo tuvieran siempre un motivo para sonreír. "¡Quiero que la felicidad sea contagiosa en mi pueblo!"- dijo con determinación.

Zafiro sonrió, "Tu deseo se concederá a quienes lo merezcan, pero recuerda que cada acto de bondad que realices, será como una chispa de felicidad"-. Con un chasquido de su cola, el zorro desapareció y un suave brillo inyectó el bosque.

Valentina regresó al pueblo y, desde ese día, comenzó a realizar pequeñas acciones de bondad; ayudaba a sus vecinos, compartía su merienda y siempre tenía una sonrisa para los demás. Con cada buena acción, las sonrisas en el pueblo se multiplicaban. La alegría se hizo contagiosa, y los pueblerinos comenzaban a ayudar entre sí.

Un día, Valentina se sentó con su amiga Luz en un parque. "Mirá, cada vez más gente está sonriendo. ¡Es como si la felicidad estuviera en el aire!"- dijo Luz. "Sí, es increíble. Yo creo que viene del bosque"-, respondió Valentina, recordando su encuentro con Zafiro.

Con el paso del tiempo, Valentina se dio cuenta de que la verdadera magia no provenía de un árbol mágico, sino de la bondad y el amor compartido. "Creo que hemos descubierto un secreto importante"-, reflexionó Valentina. "La felicidad se siembra con buenas acciones"-.

Así el pueblo prosperó, lleno de sonrisas y valentía. Y Valentina, siempre recordando las sabias palabras de Zafiro, continuó su camino, sabiendo que cada pequeño gesto podía cambiar el mundo.

Fin.

FIN.

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