El Corazón del Caballero y la Belleza de la Mujer
Había una vez, en un reino lejano, un hermoso castillo rodeado de flores y árboles frutales. Allí vivía un caballero valiente llamado Sir Eduardo, conocido no solo por su destreza en la lucha, sino también por su gran corazón.
Un día, mientras paseaba por el bosque, escuchó el canto melodioso de una mujer. Sigilosamente se acercó y encontró a una joven sentada en una roca, rodeada de mariposas. Tenía largos cabellos dorados y una sonrisa que iluminaba el lugar.
"Hola, soy Sir Eduardo", dijo él con una reverencia, "¿y quién eres tú?"
"Soy Sofía, la hija del jardinero del rey. Me encanta cantar para las flores", respondió ella alegremente.
Eduardo se sintió atraído por la belleza de Sofía, pero más que eso, por su alegría. Desde ese día, se hicieron amigos y pasaban horas conversando y explorando el bosque juntos. Sofía le enseñaba sobre las plantas y las flores, mientras que Eduardo le contaba historias de sus aventuras.
Un día, mientras recogían flores, un enorme dragón apareció de entre los árboles. Sus ojos brillaban y su respiración era caliente como fuego.
"¿Qué hacen aquí, intrusos?", rugió el dragón.
Sofía se asustó y se escondió detrás de Eduardo.
"¡Alto!", exclamó Sir Eduardo, su voz firme. "No queremos problemas. Solo estamos recolectando flores."
El dragón, sorprendido por la valentía de Eduardo, se calmó un poco.
"Nunca nadie se ha atrevido a hablarme así. ¿Qué harías si intentara asustarte?"
Eduardo, sin dudarlo, respondió:
"No quiero pelear, pero no dejaré que asustes a mi amiga. Todos merecemos vivir en paz, incluso tú."
El dragón se quedó pensando en esas palabras. Nadie le había hablado con tanto respeto antes. Sofía, asomándose detrás de Eduardo, le dijo al dragón:
"¿Por qué no te unes a nosotros? Es un hermoso día y podríamos ser amigos."
El dragón, sorprendido por la propuesta, se sintió extraño, pero intrigado.
"¿Amigos? Nunca he tenido amigos..." murmuró.
"Sí", dijo Eduardo. "Todos necesitamos un amigo. Ven, cuéntanos tu historia."
El dragón se presentó como Drago y comenzó a relatar cómo había sido rechazado por otros seres del bosque por su apariencia, y cómo había elegido vivir en soledad. Sofía y Eduardo lo escucharon atentamente, y poco a poco, Drago se fue abriendo a ellos.
Los días pasaron, y la amistad entre ellos creció. Drago ayudaba a Eduardo y Sofía a recoger flores más altas, y ellos a su vez le mostraban la belleza del mundo. A medida que pasaba el tiempo, el dragón se convirtió en parte del grupo.
Un día, el rey del castillo decidió organizar un gran baile en honor a la primavera. Todos los habitantes del reino estaban invitados, y Eduardo estaba emocionado.
"¡Tienes que venir, Drago!", le dijo a su amigo dragón.
"No puedo", respondió Drago, "todos se asustarán al verme."
"No, tú eres nuestro amigo y mereces compartir este momento con nosotros", insistió Sofía.
Finalmente, el dragón aceptó, pero tenía miedo. Así que Eduardo y Sofía idearon un plan. Crearon un disfraz decorado con flores del bosque, de manera que Drago pudiera asistir sin asustar a nadie.
El gran día llegó, y el castillo estaba lleno de música y risas. Cuando Drago entró, todos miraron sorprendidos, pero la belleza de su disfraz lo hizo parecer diferente. Eduardo tomó la mano de Sofía y, juntos, se acercaron a él.
"¡Bienvenido, Drago!", gritaron. Y ellos comenzaron a bailar.
Poco a poco, los otros comenzaron a unirse, y antes de que se dieran cuenta, todos estaban bailando alrededor de Drago, maravillándose de su forma única y su carácter amable.
El rey, al ver la alegría y la amistad que se había formado, sonrió y dijo:
"Es en la diversidad donde se encuentra la verdadera belleza. Aquí vemos que todos, sin importar su aspecto, pueden compartir momentos felices."
Drago se sintió aceptado por primera vez. En una noche mágica, donde la amistad y el amor dominaron, el dragón aprendió que su apariencia no definía su valor, sino su corazón y su coraje.
Desde ese día, Sofía, Eduardo, y Drago compartieron muchas más aventuras, recordando que la verdadera belleza se encuentra en la amistad, el amor y la valentía de ser quien uno es.
Y así, el caballero, la mujer y el dragón vivieron felices para siempre, demostrando que la belleza va más allá de lo físico y que el verdadero amor es el que crea lazos inquebrantables.
FIN.