El Corazón del Laberinto
En una isla lejana, rodeada de olas celestes y brisas suaves, se erguía un laberinto gigante. Este laberinto no era común; en su interior vivía un ser especial llamado Tauri, quien tenía cuerpo de hombre y cabeza de toro. A pesar de su apariencia, Tauri era muy amable y soñador. Quería hacer amigos, pero la gente lo temía y lo llamaba 'el monstruo del laberinto'. Sin embargo, él no se dejaba desanimar.
Un día, una valiente niña llamada Lía llegó a la isla. Ella había escuchado historias sobre el laberinto y decidió explorar. Mientras se adentraba entre los pasillos enredados, se sintió un poco asustada, pero su curiosidad era más fuerte.
"¡Hola! ¿Hay alguien aquí?" - llamó Lía.
Desde lo profundo del laberinto, Tauri escuchó la voz y salió a su encuentro.
"Hola, soy Tauri. No tengas miedo, no te haré daño" - dijo con voz suave.
Lía, aunque sorprendida, vio que Tauri sonreía.
"¡Hola! Yo soy Lía. He escuchado muchas cosas sobre este lugar. ¿Es verdad que eres un monstruo?" - preguntó.
Tauri frunció el ceño, algo triste.
"Siempre me han llamado monstruo por mi apariencia, pero dentro de mí, solo hay un deseo: ser amigo de alguien".
Lía lo miró con ternura.
"No importa cómo te veas, lo que importa es el corazón que tienes" - le dijo.
Con cada pasillo que recorrían juntos, Lía se dio cuenta de lo divertido y bondadoso que era Tauri. Se reían, jugaban y compartían historias. Tauri le mostró los secretos del laberinto: flores mágicas, espejos que reflejaban sueños, y un puente de estrellas que brillaban en la oscuridad.
Un día, mientras jugaban, escucharon un ruido. Un grupo de jóvenes del pueblo apareció en la entrada del laberinto, armados con antorchas.
"¡Nos han dicho que aquí vive un monstruo!" - gritó uno de ellos.
Lía se interpuso entre ellos y Tauri.
"¡No! Tauri no es un monstruo! Es mi amigo y es muy amable" - exclamó, defendiendo a su nuevo compañero.
Los jóvenes se miraron entre sí, dudando.
"¿Él? Pero... tiene cabeza de toro" - dijo uno, algo confundido.
Lía dio un paso al frente.
"La apariencia no define quiénes somos. Tauri me ha enseñado que el verdadero valor está en ser valiente y amable. ¿No deberían conocerlo antes de juzgarlo?" - les propuso.
Los jóvenes se sintieron avergonzados al escuchar a Lía. Decidieron seguirla y, al encontrarse con Tauri, él se mostró un poco temeroso.
"Por favor, no me hagan daño" - murmuró.
Pero Lía sonrió y dijo:
"Ven, Tauri. Deja que te conozcan, solo porque eres diferente, no significa que seas malo".
Tauri dio un paso al frente y miró a los jóvenes.
"Soy Tauri, y no quiero hacerles daño. Solo quiero ser su amigo" - dijo con sinceridad.
Después de un momento de silencio, uno de los jóvenes se acercó lentamente.
"Si Lía dice que sos bueno, entonces te creemos" - dijo, extendiéndole la mano.
Tauri sintió una calidez en su pecho y, poco a poco, los demás se acercaron. La tarde se llenó de risas y conversaciones amenas mientras todos compartían historias, juegos y sueños. Lía y Tauri habían roto los muros del miedo y la soledad que habitaban en el laberinto.
Desde aquel día, el laberinto no fue solo un lugar temido, sino también un espacio de amistad y alegría. Lía y Tauri se convirtieron en los mejores amigos, y juntos, mostraron al mundo que la verdadera belleza está en el corazón.
Y así, en la isla lejana, Tauri ya no era el monstruo del laberinto, sino el guardián de un hermoso corazón lleno de amor y amistad.
FIN.