El Corazón del Yaguarete
En las mágicas Yungas de Tucumán, vivía un hermoso jaguarete llamado Yagu. Yagu tenía un pelaje brillante, manchas que parecían estrellas en la noche y unos ojos que iluminaban el más oscuro de los senderos. Sin embargo, había algo que preocupaba a Yagu: no podía hacer amigos.
Cada mañana, él salía a explorar su hogar. Se asomaba a los ríos, saltaba entre las ramas de los árboles y se deslizaba por la hierba, pero siempre se sentía solo.
Un día, mientras paseaba, escuchó un ruido alegre.
"¡Hola!" - gritó un tucán de colores brillantes que volaba cerca.
"¡Hola!" - respondió Yagu, moviendo la cola emocionado.
"¿Quieres jugar?" - preguntó el tucán moviendo su pico.
"Me encantaría, pero creo que no podré. A veces, los demás se asustan de mí", dijo Yagu con tristeza.
"¿Asustarte? ¡Pero sos genial!" - dijo el tucán.
"¿De verdad?" - preguntó Yagu, con una chispa de esperanza.
"¡Claro! Vení, vamos a buscar a otros!" - exclamó el tucán.
Yagu se sintió un poco más alegre y siguió al tucán. Pronto llegaron a un claro donde se encontraba un coatí.
"¡Hola, Tuli! Este es Yagu, el jaguarete!" - dijo el tucán.
"¿Un jaguarete? No sé..." - dijo Tuli, retrocediendo un paso.
"¡Es mi amigo!" - insistió el tucán. "No hay que tenerle miedo. ¡Sos fuerte y amable, Yagu!"
"Sí, no quiero hacerte daño, solo busco amigos", agregó Yagu.
"Está bien, puedo intentar ser tu amigo," - dijo Tuli, acercándose un poco.
Yagu sonrió ampliamente. Luego, se encontraron con una tortuga llamada Tula que estaba tomando el sol en una roca.
"¡Hola, Tula! ¡Te presento a Yagu!" - dijo el tucán.
"¿El jaguarete?" - respondió Tula despacito.
"¡Dejen de temerme! Soy un buen amigo!" - pidió Yagu.
Pero Tula solo se asomó lentamente con curiosidad.
"Aunque no lo parezca, me gusta bailar. Me encantaría mostrarte!" - dijo Yagu con entusiasmo.
"¡Danza, Yagu! ¡Bailá!" - dijo Tuli.
"¡De acuerdo!" - dijo Yagu, haciendo giros suaves.
La tortuga comenzó a moverse lentamente al ritmo de sus danzas. Así, los tres empezaron a reír y divertirse juntos.
En ese momento, apareció una urraca, que se posó sobre una rama.
"¿Qué hacen, amigos?" - preguntó la urraca.
"Estamos bailando! ¡Vení!" - dijo Tuli emocionado.
La urraca hizo una mueca al ver a Yagu.
"Puede que seas fuerte, pero... - al ver que los demás reían, pensó mejor "Tal vez pueda unirme" - así, la urraca se sumó al baile.
No pasó mucho tiempo antes de que se encontraran con un gran tapir llamado Tito.
"¿Quién es ese?" - preguntó Tito mientras se acercaba.
"Es Yagu, el jaguarete!" - le informó el tucán.
"Ah, un jaguarete..." - dijo Tito con una media sonrisa. "¿Tienes algo que ofrecer?"
"Sí, bastante! Soy muy gracioso!" - exclamó Yagu.
"Te doy una oportunidad, entonces" - respondió Tito.
Yagu empezó a contar chistes sobre su vida en la selva. Todos estaban disfrutando de su compañía.
Después de un rato, Yagu se dio cuenta de que realmente había hecho nuevos amigos.
Sin embargo, había que pensar en un juego nuevo, algo que les diera la oportunidad de conocerse mejor.
"¿Y si hacemos un juego de escondite?" - propuso Yagu.
"¡Gran idea!" - gritaron todos juntos.
Así, se organizaron y empezaron a jugar. Yagu estaba tan feliz que olvidó su aspecto y se lanzó a la diversión.
Al final del día, todos estaban cansados pero muy contentos.
"¿Saben qué, amigos?" - dijo Yagu con una sonrisa. "No es tan complicado tener amigos. ¡Solo hay que ser uno mismo!"
Y todos estuvieron de acuerdo, estaban felices de tener a Yagu como parte de sus vidas.
Desde ese día, Yagu se sintió el jaguarete más afortunado del mundo, porque aprendió que lo importante no era cómo lucía, sino cómo era su corazón.
Y así, Yagu, el jaguarete, encontró la amistad en la belleza de la diversidad y la aceptación en la gran familia que había formado con sus nuevos amigos en las Yungas. Y todos ellos, juntos, disfrutaron de su vida en la selva, haciendo recuerdos inolvidables.
FIN.