El corazón que une amistades



Había una vez una pequeña casa de color marrón con persianas rojas. Aunque era una de las más pequeñas de la cuadra, siempre estaba llena de alegría y amor.

Esta casita se encontraba ubicada a tan solo dos cuadras de la escuela, entre las calles Pasaje San Luis y Fortín Mercedes al 700. Dentro de la casa vivían Martina, una niña muy curiosa y divertida, y su abuelito Juan, quien siempre tenía historias interesantes para contarle.

Juntos formaban un equipo inseparable. Un día soleado, mientras Martina jugaba en el patio trasero, vio pasar por la vereda a un grupo de niños riendo y divirtiéndose.

Martina sintió ganas de unirse a ellos, pero también se dio cuenta de que no tenía muchos amigos en su vecindario. Martina decidió hablar con su abuelito sobre lo que sentía. Le contó cómo le gustaría tener amigos para jugar como los niños del vecindario.

Juan sonrió y le dijo: "Martina, recuerda que el tamaño no importa cuando tienes un corazón grande y bondadoso". Esa noche, Martina tuvo una idea brillante. Decidió organizar una fiesta en su casa e invitar a todos los niños del vecindario.

Prepararon invitaciones coloridas hechas a mano con mucho cariño y las repartieron por todas las casas cercanas. El día de la fiesta llegó rápidamente. La casita estaba decorada con globos multicolores y había música animada sonando en el aire.

Los niños comenzaron a llegar uno por uno, emocionados por conocer nuevos amigos. En medio de la diversión, Martina se dio cuenta de que había un niño solitario sentado en una esquina.

Se acercó a él y le preguntó por qué estaba triste. El niño respondió: "Soy nuevo en el vecindario y no conozco a nadie". Martina, con su gran corazón, lo invitó a unirse al grupo.

Todos los niños aceptaron al nuevo amigo con alegría y comenzaron a jugar juntos. La fiesta fue todo un éxito. Los niños reían, bailaban y compartían historias divertidas.

Martina se dio cuenta de que aunque su casa fuera pequeña, era el lugar perfecto para crear momentos especiales y forjar amistades duraderas. Desde aquel día, la casita marrón con persianas rojas se convirtió en el punto de encuentro favorito de todos los niños del vecindario.

Cada semana organizaban actividades diferentes: juegos de mesa, tardes de películas o incluso tardes de manualidades. Martina aprendió que no importa cuán pequeña sea tu casa o cuántos amigos tengas; lo más importante es tener un corazón abierto y dispuesto a compartir momentos felices con los demás.

Y así fue como Martina descubrió que las cosas más valiosas en la vida no tienen nada que ver con el tamaño o la apariencia externa, sino con las experiencias compartidas y el amor desinteresado hacia los demás. Fin.

FIN.

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