El corazón saltarín de Conejito
Había una vez en un pequeño pueblo llamado Villa Esperanza, un conejito llamado Saltarín.
Todos en el pueblo lo veían como el conejito más feliz y afortunado de todos, ya que siempre estaba saltando y sonriendo, contagiando alegría a su alrededor. Pero lo que nadie sabía era que Saltarín se sentía muy triste por dentro. A pesar de su apariencia feliz, en realidad se sentía solo porque no tenía amigos con quienes compartir sus alegrías y tristezas.
Un día, mientras Saltarín daba saltos por el bosque, se encontró con una mariposa llamada Alitas.
Al principio, Saltarín intentó ocultar sus verdaderos sentimientos detrás de una gran sonrisa, pero Alitas pudo ver a través de él y notó la tristeza en sus ojos. "¿Qué te pasa, Saltarín?" -preguntó Alitas con ternura. Saltarín se sorprendió de que alguien pudiera notar cómo se sentía realmente.
Decidió abrir su corazón y contarle a Alitas sobre su soledad y cómo fingía ser feliz para no preocupar a los demás. Alitas escuchó atentamente y luego le dijo a Saltarín: "No estás solo, ahora me tienes a mí como amiga. Y juntos podemos encontrar maneras de hacer nuevos amigos en el pueblo".
Saltarín se sintió abrumado por la amabilidad de Alitas y aceptó su ayuda. Los dos amigos comenzaron a visitar diferentes lugares del pueblo e interactuar con otros animales.
Pronto descubrieron que muchos compartían las mismas inseguridades y anhelos de amistad. Con el tiempo, Saltarin dejó de fingir ser algo que no era y empezó a mostrar sus verdaderos colores ante los demás.
Descubrió que al mostrarse tal como era podía conectar más genuinamente con los demás animales del pueblo. Finalmente, Saltarin ya no necesitaba fingir ser feliz porque había encontrado la verdadera felicidad al tener amigos con quienes compartir momentos especiales. Y todo gracias a la valentía de abrirse sinceramente con alguien como Alitas.
Desde ese día en adelante, Saltarin siguió saltando por Villa Esperanza pero esta vez lo hacía junto a sus amigos inseparables Alitas y muchos otros animales del pueblo.
Y así demostraron que la verdadera felicidad viene cuando uno es auténtico consigo mismo y encuentra conexiones reales con los demás. Ellos entendieron que siempre hay espacio para nuevas amistades si uno está dispuesto a abrir su corazón sin miedo.
FIN.