El Corderito Sin Pastor



Había una vez un pastor llamado Valentín que, a pesar de su avanzada edad, cuidaba con mucho cariño a su único corderito, al que había nombrado Copito por su pelaje blanco y suave. Cada día, Valentín, su perro Tobi y Copito salían a pastar a las orillas de la ciudad, donde los campos verdes y los suaves vientos hacían de su rutina algo mágico.

Un día, mientras el sol brillaba con fuerza y las flores comenzaban a abrirse, Valentín no salió a pastar. Tobi ladraba inquieto, como si presintiera que algo no estaba bien. Copito, por su parte, miraba hacia la puerta con sus grandes ojitos llenos de desesperanza.

"¿Dónde estará el abuelo Valentín, Tobi?", preguntó Copito.

"No lo sé, Copito. Pero no te preocupes, seguramente volverá pronto", respondió Tobi, también preocupado.

Pasaron las horas, y Valentín no apareció. Con cada segundo que pasaba, el corazón del corderito se llenaba de tristeza. La tarde se fue convirtiendo en noche y Copito, junto a Tobi, se quedó mirando la puerta, esperando. Sin embargo, el siguiente día, Valentín seguía sin aparecer.

"No puedo quedarme aquí sin hacer nada. Debo encontrar a Valentín", dijo Copito decidido.

Tobi, fiel compañero del pastor, asintió con la cabeza.

"¡Vamos juntos, Copito! No dejaré que estés solo en esto", ladró Tobi con energía.

Así comenzó la aventura de Copito y Tobi. Juntos, decidieron explorar la ciudad en busca de su querido pastor. Se adentraron en calles nuevas, en las que antes no habían estado, y se encontraron con diferentes animales.

Primero, se encontraron con una ardillita llamada Chip.

"Hola, amigos. ¿Por qué están tan preocupados?", preguntó Chip mientras comía una nuez.

"Estamos buscando a Valentín, nuestro pastor. No ha vuelto a casa", respondió Copito con los ojos llorosos.

"No se preocupen, yo vi a un hombre mayor en el parque. Tal vez sea su abuelo!", ofreció Chip, mostrándose servicial.

Con nuevas esperanzas, Copito y Tobi se despidieron de Chip y corrieron hacia el parque. Al llegar, vieron a muchos niños jugando, pero no a Valentín. Sin embargo, conocieron a una tortuga llamada Tomás que les ofreció su sabiduría.

"Muchachos, la vida tiene sus altibajos, pero nunca hay que rendirse. A veces, quienes más queremos están en lugares que no podemos imaginar", dijo Tomás, quien movía lentamente sus patas.

"¿Sabes dónde podría estar?", preguntó Tobi con la esperanza renovada.

"Tal vez en el campo de flores silvestres, al otro lado de la ciudad. La gente mayor disfruta de la naturaleza. Vean, yo les daré una pista", contestó Tomás.

Con la pista en sus corazones, Copito y Tobi corrieron hacia el campo de flores. Cuando llegaron, vieron a un grupo de ancianos sentados alrededor de una mesa, riendo y compartiendo historias. Y allí, en medio de ellos estaba Valentín, sonriendo y disfrutando de un fresco aire junto a sus nuevos amigos.

"Valentín!", gritó Copito mientras corría hacia él.

"¡Copito! ¡Tobi!", exclamó Valentín, abrazando al cordero.

"Te extrañamos. Nos preocupaste mucho", dijo Tobi, muy aliviado.

Valentín sonrió y explicó: "Decidí venir a disfrutar un poco con mis amigos, pero nunca imaginé que ustedes se preocuparían tanto".

Desde ese día, el pastor siguió cuidando a su corderito y no faltando nunca a sus prácticas de pastoreo. Pero también, cada semana, se aseguraba de visitar a sus amigos en el parque, creando así nuevos lazos de amistad.

Y así, Copito y Tobi aprendieron que siempre hay aventuras nuevas esperando, y que el amor y la amistad se encuentran en cada rincón, incluso en los lugares más inesperados.

Desde entonces, la vida en el campo fue más alegre que nunca, y juntos compartieron más historias, risas y aventuras, recordando que nunca deben dejar de explorar el mundo que les rodea.

FIN.

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