El Coro Armonioso


Había una vez un grupo de niños y niñas que vivían en un pequeño pueblo rodeado de montañas. A pesar de que eran muy diferentes entre sí, todos compartían una misma pasión: la música.

Un día, la maestra de música del colegio decidió formar un coro con los niños para presentarse en el festival escolar. Al principio, algunos se mostraron reticentes a participar por miedo a hacer el ridículo o por sentirse excluidos del grupo.

Pero la maestra les explicó que el coro era una actividad donde todos podían ser parte sin importar su edad, género o habilidades musicales. Les dijo que lo importante era disfrutar juntos y trabajar como equipo para lograr un objetivo común.

Los niños aceptaron la propuesta y comenzaron a ensayar cada tarde después del colegio. Entre risas y juegos, aprendieron nuevas canciones y mejoraron sus voces gracias a las enseñanzas de la maestra.

Sin embargo, no todo fue fácil para el coro. Un día, llegó al pueblo una familia nueva con dos hijos: uno sordo y otro en silla de ruedas.

Los demás niños no sabían cómo incluirlos en el grupo ya que pensaban que no podrían cantar o moverse al ritmo de las canciones. La maestra les recordó que todos eran iguales y merecían tener las mismas oportunidades para disfrutar del coro.

Así que idearon formas creativas para incluirlos: enseñándoles las letras de las canciones con lenguaje de señas y adaptando coreografías especiales para el niño en silla de ruedas. Con mucho esfuerzo y dedicación, el coro logró presentarse en el festival escolar y fue todo un éxito.

Los niños se sintieron orgullosos de haber trabajado juntos para lograr algo tan bonito y emocionante. Pero lo más importante fue que aprendieron una valiosa lección: la importancia del compañerismo, la inclusión y la integración en cualquier actividad que realicemos.

Y esas enseñanzas quedaron grabadas en sus corazones para siempre. - ¡Qué bien cantamos juntos! - dijo Ana con una gran sonrisa. - Sí, pero lo mejor fue ver a Juan disfrutando tanto con su silla de ruedas - agregó Martín.

- ¡Y qué decir de los lenguajes de señas! Fue genial aprenderlos - exclamó Sofía. - Estoy muy orgullosa de todos ustedes. Han demostrado que cuando trabajamos juntos podemos hacer cosas increíbles - dijo la maestra mientras les daba un abrazo grupal.

Desde ese día, el coro se convirtió en una actividad muy querida por todos los niños del pueblo.

Y cada vez que entonaban las canciones, recordaban esa maravillosa experiencia donde aprendieron a valorar las diferencias y trabajar como equipo para alcanzar sus metas.

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