El cuaderno perdido


Había una vez un niño llamado Iker, quien siempre era muy despistado. Un día, justo cuando estaba a punto de salir hacia la escuela, se dio cuenta de que se había olvidado sus cuadernos en casa.

- ¡Ay no! ¡Me olvidé mis cuadernos! - exclamó Iker preocupado. Su mamá lo escuchó desde la cocina y fue corriendo hacia él. - ¿Qué pasa, Iker? ¿Por qué estás tan preocupado? - preguntó su mamá con curiosidad.

- Me olvidé los cuadernos en casa y hoy tenemos una prueba importante en la escuela. La profesora me va a regañar seguro - respondió Iker angustiado. La mamá de Iker tomó un respiro profundo y le dijo:- No te preocupes, cariño.

Vamos a encontrar una solución juntos. Primero, debemos llamar a tu profesora para contarle lo que sucedió y explicarle que fue solo un descuido. Iker asintió con tristeza mientras su mamá buscaba el número de teléfono de la escuela.

Luego de hablar con la profesora y explicarle lo ocurrido, ella entendió la situación y aceptó que Iker llevara sus tareas pendientes al día siguiente.

Con un poco más tranquilo, pero aún sintiéndose mal por haberse olvidado los cuadernos, Iker llegó a la escuela junto a su mamá. Al entrar al salón de clases, todos los compañeros notaron su cara triste e inmediatamente se acercaron para preguntar qué le pasaba.

- Me olvidé los cuadernos en casa y me siento muy mal - les confesó Iker a sus amigos. - No te preocupes, Iker. Todos nos olvidamos de algo alguna vez. Seguro la profesora entenderá - dijo su amiga Lucía tratando de animarlo.

Justo en ese momento, la profesora ingresó al salón y notó la tristeza en el rostro de Iker. - ¿Qué te sucede, Iker? - preguntó ella con preocupación. Iker le contó lo que había ocurrido y cómo se sentía por eso.

La profesora escuchó atentamente y luego sonrió comprensiva. - A veces nos equivocamos, Iker. Lo importante es aprender de nuestros errores y seguir adelante.

No te preocupes por hoy, puedes entregar tus tareas mañana sin ningún problema - le aseguró la profesora con una voz amable. Iker se sintió aliviado al escuchar las palabras de su maestra.

Se dio cuenta de que todos cometemos errores y que lo más valioso es aprender de ellos para no repetirlos en el futuro. A partir de ese día, Iker se volvió mucho más organizado. Siempre revisaba su mochila antes de salir hacia la escuela para asegurarse de tener todo lo necesario.

Además, aprendió a pedir ayuda cuando necesitaba recordar algo importante. La historia del olvido de los cuadernos se convirtió en un punto clave en la vida de Iker. Le enseñó que los errores forman parte del crecimiento personal y que siempre hay una oportunidad para corregirlos.

Desde entonces, Iker se destacó por ser un niño responsable y dedicado en sus estudios. Y cada vez que alguien cometía un error, él recordaba su propia experiencia y les brindaba apoyo y comprensión.

Y así, Iker demostró que los errores no definen a las personas, sino cómo se levantan después de cometerlos.

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