El Cuadrado Nuevo
En un lugar lleno de colinas verdes y suaves, había una escuela de triángulos llamada "Triángulo Alegre". Los triángulos eran amigos inseparables, siempre jugando y aprendiendo juntos. Tenían tres lados, y cada día comenzaban sus clases aprendiendo sobre sus características: el triángulo isósceles, el equilátero y el escaleno se sentaban juntos a dibujar, saltar y a contar sus puntos de vértice.
Un día, mientras estaban en el recreo, un cuadrado se acercó a la escuela con una gran sonrisa en su cara. Era un cuadrado perfecto, con cuatro lados iguales.
"Hola, amigos! Soy Cuadradito. He venido a conocerlos", dijo el cuadrado con entusiasmo.
Los triángulos se miraron entre sí, un poco confundidos. Nunca habían visto a alguien como él.
"¿Qué hace un cuadrado aquí?" - preguntó Triángulo Isósceles, mirando a Cuadradito con curiosidad.
"Soy diferente" - respondió Cuadradito con orgullo "Pero puedo ser su amigo también."
Los triángulos no sabían qué pensar. Después de todo, eran triángulos, y siempre habían jugado entre ellos. ¿Cómo podrían jugar con un cuadrado? La idea les parecía extraña y un poco aterradora.
"No sé si podemos ser amigos, Cuadradito. Eres muy diferente a nosotros", dijo Triángulo Escaleno, sintiendo que su mundo estaba en peligro de cambiar.
A pesar de las dudas, Cuadradito decidió quedarse. Al día siguiente, quería demostrar que ser diferente podía ser divertido. Propuso un juego llamado "La Formación Mágica". Los triángulos eran escépticos, pero estaban curiosos. Cuadradito les explicó que debían trabajar juntos para formar diferentes figuras.
"Juguemos a formar figuras. Yo puedo ser la base y ustedes pueden subirse sobre mí", resaltó Cuadradito.
Los triángulos comenzaron a reírse.
"¡Pero eso es imposible!" - dijo Triángulo Equilátero. "No funcionará."
Sin embargo, decidieron intentarlo. Se colocaron sobre Cuadradito y, para sorpresa de todos, no solo se mantuvieron en equilibrio, sino que también lograron crear un gran pentágono. El juego continuó durante horas, y los triángulos comenzaron a darse cuenta de que juntos podían lograr cosas que nunca habían imaginado.
Con cada figura que creaban, la confianza de los triángulos en Cuadradito iba en aumento. Días después, organizaron una exhibición de figuras geométricas y, por primera vez, se sintieron orgullosos de ser parte de un grupo diverso.
"Miren lo que hemos hecho juntos!" - exclamó Triángulo Isósceles, sonriendo con alegría. "Nunca pensé que podríamos lograr algo así."
"Gracias, Cuadradito. ¡Eres un gran amigo!" - dijo Triángulo Escaleno, mientras los demás asentían con la cabeza.
Cuadradito sonrió y, lleno de felicidad, se unió a la celebración. Desde ese día, la escuela de triángulo empezó a incorporar a otras formas. Entendieron que las diferencias no eran algo que los separara, sino que podían ser una fuente de diversión y aprendizaje. Poco a poco, la diversidad se volvió parte de su identidad y la escuela se transformó en un lugar de creación, donde triángulos, cuadrados y otras figuras compartían juegos y aventuras.
Al final, Cuadradito se sintió como en casa, y los triángulos comprendieron que lo diferente no era algo a temer, sino algo a celebrar. Juntos crearon un mundo lleno de posibilidades.
"¡Viva la diversidad!" - gritó Cuadradito, mientras todos los triángulos se unían a su voz, felices de ser un círculo de amigos que sí se abrazaban con amor, sin importar la forma que tuvieran.
FIN.