El Cuadro Mágico de las Estaciones



Había una vez en un pequeño pueblo llamado Arcoiris, un pintor que amaba la naturaleza. Su nombre era Don Felipe y su pasión era plasmar en tela todos los colores y las formas que podía ver en su alrededor. Un día, decidió crear un cuadro mágico que incluía las cuatro estaciones: primavera, verano, otoño e invierno.

Se sentó frente a su lienzo y comenzó a pintar. En la esquina del cuadro, plasmó la alegre primavera con flores de colores vibrantes.

"¡Qué belleza traen las flores!" - exclamó Don Felipe mientras pintaba.

De repente, sintió una suave brisa y la primavera cobró vida.

"¡Hola, Don Felipe! Soy Primavera. He venido a ayudarte con tu obra" - dijo con una sonrisa.

Don Felipe, asombrado, respondió:

"¡Hola, Primavera! No me esperaba esto. ¿Te gustaría añadir algo especial en el cuadro?"

Primavera le mostró cómo añadir mariposas y pájaros que volaban alegremente en el cielo.

Continuando con su pintura, Don Felipe decidió que era el momento de añadir el verano, así que no dudó en representarlo con un sol radiante. Mientras lo hacía, el sol comenzó a brillar intensamente en su taller.

"¡Hola, Don Felipe! Soy el Sol de Verano. He venido a traer calidez a tu cuadro" - dijo con un tono alegre.

El artista asintió entusiasmado:

"¡Fantástico! ¿Qué nos propones, Sol?"

El Sol le enseñó a añadir olas brillantes y niños jugando en la playa.

Cuando terminó con el verano, Don Felipe se sintió agotado pero satisfecho, así que decidió descansar un momento. Se recostó bajo la sombra de un árbol y pronto se quedó dormido. En sueños, la luna apareció en su mente. Al despertar, al mirar el cuadro, se dio cuenta de que la luna había llegado.

"¡Hola, Don Felipe! Soy Luna. Estoy aquí para decorar tu obra con la magia de la noche" - anunció, proyectando un suave brillo azul.

Don Felipe sonrió y dijo:

"Hola, Luna. quiero que le des un toque especial a esta parte de la pintura. ¿Cómo podemos hacer que la noche brille?"

La luna le enseñó a agregar estrellas y pequeños luceros que iluminaban la pintura, llenándola de misterio. La escena nocturna hizo que todo el cuadro brillara de una manera inesperada.

Finalmente, Don Felipe se dio cuenta de que faltaba una estación. Tenía que pintar el otoño.

"¿Dónde está el Otoño?" - preguntó preocupado.

"No debes preocuparte, Don Felipe. Aquí estoy yo para ayudarte" - dijo una voz grave desde la esquina del taller.

Al voltear, vieron que el Otoño, un misterioso personaje con hojas secas en su gorro, se acercaba lentamente.

"He llegado para dar el toque final a tu obra" - anunció con una sonrisa, mientras tocaba el lienzo y un torrente de hojas naranjas, rojas y doradas comenzaba a caer.

Con alegría, el Otoño deslizó hojas alrededor del cuadro, llenándolo de vida y frescura.

"¡Qué hermoso!" - exclama el pintor, observando cómo todos los elementos de las estaciones coexistían en su obra.

Sin embargo, algo extraño sucedió. Cuando Don Felipe trató de dar un último toque a su cuadro, comenzó a brillar con tanta intensidad que los cuatro personajes se miraron entre sí, preocupados.

"Esto no está bien" - dijo Primavera.

"No, esto podría ser peligroso" - agregó el Sol con firmeza.

La luz comenzó a expandirse más y más, y de repente, los cuatro personajes fueron absorbidos por el cuadro. Don Felipe, aterrorizado, gritó:

"¡No! ¡Vuelvan! ¡Necesito de ustedes!"

Pero en un giro mágico, la luz del cuadro lo envolvió y lo llevó a un mundo donde las estaciones estaban mezcladas. Montañas floridas de primavera tenían sol radiante del verano, mientras el viento otoñal soplaba suavemente.

"¡Don Felipe! ¡Ahora debes decidir!" - le indicó Luna.

"¿Qué es lo que deseas?"

El pintor estuvo en silencio, observando lo hermoso que era. Finalmente, dijo:

"Deseo que todas las estaciones puedan estar juntas, pero también que cada una tenga su espacio especial para brillar. Eso es lo mágico de la naturaleza: cada una tiene su belleza única".

Y así, con su sabia decisión, el cuadro comenzó a organizarse. Cada estación volvió a su lugar, pero el cuadro seguía brillando en harmonía.

"¡Lo lograste, Don Felipe!" - celebró Primavera.

"Ahora nuestro vínculo se volverá eterno en tu arte" - añadió el Sol.

Don Felipe regresó a su taller, sintiéndose realizado. Colgó su obra en la plaza del pueblo, donde todos podían admirarla y disfrutar de las distintas estaciones.

Así, las estaciones aprendieron a vivir juntas y Don Felipe continuó pintando, emocionándose con cada nueva creación, sabiendo que la verdadera magia proviene de la diversidad y la unión de todos.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!